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GLORIA.
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tas, te he tratado con dulzura, con ardiento
cftritio
y '
sin dureza ni altanería; que en las
co~quistas
cristianas la ' ·humillación trae
-la
victoria. Yo
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puedo corisentir que tu alma
arda en los .infiernos por. un extravío pasajero,
y
seguiré exhortándote hasta que me arr01{?s 'á
golpes. Mientras tenga lengua te diré:
«\T
en,
ven, hija mía, ven conmigo
á
esa morada pací–
fica
y
solitaria, donde tu alma se purificará por
la ora'ción, por la humildad,- por la penitencia,
recibiendo, al modo de ablución divina, la
gracia que ha de regenerarla.» Allí tu corazón
se liropiará de esa e.scoria tenebrosa.por la lla–
madel divino amor, que irá creciendo, crecien–
do, hasta producirte los más dulces arrobos,
la gratísima previsión del 'l'eino de los cielos,
sólo concedidos
á
los que todo lo dejan por el
Amado
y
al Amado consagran cuanto en la
persona humana existe
d~
espiritual y divino...
-¡Elconvento!-murmuróGloria,dandoen
su ¡echo una angustiosa vuelta.-No me asus–
ta el encierro ... pero allí no veré á ·mi hijo.
-El que hizo el mundo, 'el que fué sacrifi–
cado por nuestro amor, es el primero de todos
los amores, hija mía-declaró Serafinita, de–
rramando sin cesar lágrimas de emoción
y
piedad .-¿Es posible, es posible que no te con·
venzas todavía?,