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198

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B. PERBZ

BA.LDOS

.

,

aunque jamás, no siendo por gracia especial del

cielo;>

enaltecerán tanto como el estado de per–

fección, infundido por los que llamamos

Oon–

sejos del Evangelio:

«pobreza voluntaria, esta–

<;lo de castidad absoluta

y

vida de obediencia•..•

Esta es la luz que he puesto ante ,tus ojos,

adorada hiJa mía, induciéndote

á

seguirla...

- -Pero

yo

me hallo en circunstancias

excep–

cionales-djjo Gloria defendiéndose angustia–

da.-

Yo

soy madre.»

Su exclamación

fué

como el ahogado

gemi–

do del que en saetíos lucha con un monstruo

, sin poderlo vencer.

«¡Eres madrel-repuso

Serafinitfl~

moviendo

la

cabeza en setial de que esperaba tRI argu–

mento.-Sí; pero ¿de qué modo? ¿Qué ' leyes

divinas ó humanas han presidido

tu

estado?

Glol'ia, Gloria; por amor de Jesucristo, empa–

pa

tu

alma

.en.mis ideas.

No

hables de mater–

nidad.

P~es

qué,

¿á

una mujer casada,

á

una

mujer coronada con esa guirnalda divina

de

los hijos legítimamente habidos, recibidos con

júbilo por la Iglesia

y

la sociedad;

á

una mu–

jer de éstas me atrevería yo

á

decirle:

cdej a á

tus hijos, no te ocupes más que en Ja med ita–

ción, en 'Ia abstinencia, en el amor único) ex·

elusivo de

las cosas

santas?»

¿Me

crees Joea?

E sto sería un absurdo, una falta de caridad,