;
;
, ,
/'
Espinas, clavos, azotes, cruz•
.
,; ;
cTú
me dijiste que aceptabas esta cruz como
,
'
.
.
,
explaclon.
-Sí la acepté-dijo la infeliz, después de
un.a pausa en que Serafinita aguardó impa–
ciente la contestaéión.-La acepté, pero lue–
go... luego, querida tía, sentí que
lJ.O
podía,
que no podía resignarme
á
ella; no tuve valor,
mentí, disimulé, engatlé
á
todos los de casa,
salí ocultamente, después de sobornar
á
Mun·
dideo para ·que me acompatlara... Me porté
roa], lo reconozco; pero el grito que sale de
mis entradas puede más que todo, y cuando -
suena en mí no sé dominarme, ni ser sa,nta,
como usted dice, ni resignarme
á
padecer, ni
llevar la cruz, ni clavarme clavos, ni beber
cálices, ni ponerme corona de espinas.
-Hija mía, cada vez me causa más alarma
ver en tí ese desasosiego que te aleja de la per–
fección. Tú no estás curada ni puedes estarlo,
mientras no _hagas un esfuerzo supremo, el
dIUmo de tu alma pecadora para coger
á
Dios