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-¡Qué
cabeza la mta!--:-murmuró ·Agustín.
-¿En dónde,he dejado ell'amo? ' .
-¿Qu~ r~mo?
-1Ahl lo he dejado en la capilla.
V()y
por él.»
.Salió ' ligero como un ratonciJlo. Isidorittl
mostró entonces su más bella oQra, ' que era
un par de alforjas de raso encarnado, con
ga–
lones y lentejuelas,· como las chaquetas de los
toreros.
c¡Lindísimol» 'exclamó la Monja 'metiendo'
la mano en ellas 'para medir su c'avidad.
Reapareció entonces Cachorro trayendo un
hermoso ramo.
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cAqui
est~-dijo-
presentándolo con
org~-
llo.--..~1e
lo hit dado el sefior cura para-que las
sefioras lo pot;lgan en .la alforja de
este
tunan–
te. ¡Ay, qué guapo yas'
á
estar!..·.
-1
Preciosas floresl
-¡Magní~co
ramo!
-Es regalo
de
la sefiorita de Lantigua,- \
af1adió el sacristán.
-¡De la sefiorita de Lantigual» exclamó
absorta Teresita,
d~tenlendo
sus
flacas y ama–
rillas manos en
el
momento en que
iba .á
co- '.
gel'
el ramillete.
Isidorita quiso olerlo; pero también se
dé–
tuvo.
La
Gobernadora de las armas
no se mo- .
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