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GLORIA
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fíor, abrióse"1a
puert~
de la
~apilla,
dejando .
ver una boca remilgada
y
sonriente, dos ale–
gres ojos pequefios, apenas v"isiblcs
ent~é
los.
pliegues de la cara contraída por
la
sonrisa"
una nariz redonda como ayellana, un cuerpo
forrado en verdinegra funda desde
~l
cuello
á _
los pies, dos brazos negros, en fin, toda la per–
Eona de Agustín Cachorro, sacristán de la
Abadía.. Ya sabemos que el afio anterior se
h~bía quitado"la plaza
á
José Mundideo,
á
quien
más tarde se dió la de sepulturero. Su sucesor
en la sacristía babía sabido conquistar simpa–
tías en puestos aná.logos,
y,
la verdad sea di–
cha, ninguno existía más atento
á sus
debe–
res. Honrado, activo,
compla~iente,
respetuo–
so
y
siempre festivo, el buen Cachorro agrada–
ba
á
un
tiempo al ,cura y
á
los fieles, al pastor
y
al rebatlo.
"
.
c¿Q~é
tal} setioras mías; se trabaja muchi–
to?-d ¡jo desde la puerta.
-Entre usted ... entre, hermano Cachorro,
-respondieron
á
una
y
cbillonamente las tres.
-Esperen un ratit,o, que voy
á
meter las
palIDa~
en la sacristía. Vaya, que está muy
guapo el Salvador... ajajá ... ¿quién conoce
á
este ca ballero? ..
- Entra, Cachorrillo - dijo Teresita, que
tenía gran familiaridad con -él.-No podías