.-
50·4:
B.o
PÉRHZ GALDÓS
-
-Volví-repuso Morton confuso ,como el
criminal.-Es verdad; no sé quién me trajo.
Todo se ordenó de modo que yo
vo~viese.
Me
trajo
~na
ola itifernal, ó quizá hálito divillo.
El l:Iombre es juguete de las fuerzas de Dios,_
que gobierna en el mundo.
,
'
-¡Dios! No tomes en tu boca ese nombre... -
Tú no eres tú; no puedo decir fijamen-te si te
amo
ó
te aborrezco;
/y
si eupiera
e~to
en la
mente humana, diría que al mismo tiempo te
odio y te quiero.,.
"
Ocultando errostro entre 'las manos, rompió .
á
llorar sin consuelo.
e
¡Y todo. por un nombre,
'P9r
~\1ná
palabral
¡Oh, qué iniquidadl-murmuró l\![orton
~on
angustia.-Las palabras gobiernan' al mundo,
no las ideas. Dime, ¿cuando me amaste, por
qué me amaste?
-.
- -Te
~mé,
porque me parecía que Dios te
había puesto delante de mí; te amé
por
tu
len–
guaje, por
~us
acciones, por tu persona, por una
dulce concordancia de tu alma con la mía.••
¿qué sé
yo
por 'qué? .• Pero
no.'-.
tú,me estás en·
gafíando ahora•.. tú (no puedes ser lo que
dijis–
te, Daniel, porque
tú
has practicado
la
caridad.
-Nuestra ley nos dice: cBienaventurado el
que piensa en el pobre. En el día malo lo
li–
brará Jehová.»