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GLOH.!A ·
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moso ni más patético. Pálido y,grav.e, sus
oj~s
azules .se abatían
~on
sOD?-b'ría
tristeza,
y
vistas
de-perfillíl .elegante.línea de su nariz
yAde
su .
frente,
y
la graciosa barbii puntiaguda,
su
se–
mejt:tnza
con
el
semblante
mortal
de~ ~alv~dor
del
~undo
era
perfecta.
.~
-
.
.«¿Por
qué
no
me"
miras?-preguntó
la-
es-
-posa
descqnsolada.
.
~No
puedo
más-gritó
~l(}rton
con 'súbito
arranque..-
Vida mía,
yo
no
soy
cristiano. .
-¿Qué
dices?
¡Daniel,
por
Dios
y
la
Virgen!
. -Es
preciso decírtelo
al fiu--:-añadió el
ex–
tranjero
con voz trémula,-y te lo diré... Glo–
l'ia: yo
no
soy
crjsti~no;
soy
judío'.
-¡Jesúsl¡Padre
y
Redentor mío!»
Estas
palabras las
pronunció la
infeliz mu–
jer
con el espanto del que muere cosido
á
pu–
tlaladas, del que ve
abrirse
bajo
sus
pies la
tierra
y
salir las llamas
del Infierno• .
Dicién–
dolas,
cayó
sin sentido. Morton
acudió
en su .
auxilio;
arrodillándose
tom61a en
brazos,
pro–
curó
reanimarla con
amorosas
palabras; pero
cuando ella abrió
108
ojos
y
pudo ver junto
á
si el característico rostro semítico qne tanto
contribuyera
al
cautiverio
de su
cor~zóD,
le
rechazó severamente,
diciendo: ,
.
«¡Impostor!. u
¡Judaslau
¡Me has enganado!
.
.