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B. PEREZ GALDOS
m,jentras no te saque hasta las últimas heces
de
ese
veneno~
Pero dime ahora,
loquill~
de
mi"corazón, ¿cómo pudiste
dar
cal.oren tu en–
tendimiento ti. esas malditas víboras? Sin \du–
da
el
hombre ti. quien has tenido la desdicha
de amar
l
te
~nculcó
esos principios
dellatituds- \
narismo,
d~sgraci8dfl.mente esp~rcidos
par
61
¡
mundo en
ra~ón
de 'la aparente,-
b~ne~olencia
, .
y
geperosida.d que
en~ierr~n.
l
- No h a sido él-dijo con viveza la peca..
dora,-quien me
ha
inculcado esas idéas.
D~
..
niel, sin dejar entrever
á
pupto fijo cuáles
_s~..JJ
sus
creenci~s,
se h a .mostrado siempre pow
infi cionado de eso q úe l1ama usted••.
-Latitudinarismo, hija. .
-Latitudinarismo.. . Pues en ese hombre
JIU
creencias parecen
~uy
firmes y hasta intole–
rantes, seilor. Además,
sie n~
pre ha tenid-o la
delicadeza de no -decirme nada que quebran–
tara en mi alma la religión de mis padres. He–
mos hablado de
la
religión como lazo social
y
nada más.
.
l
. - Entonces,
tú...
Mira, estoy algo cansado, ..
y bueno será que nos sentemos en esta piedra.
-Yo, yo Bola,- dijo Gloria sentándose taro–
hién,-soy la culpable. Hace tiempo, desde que
le conocí, dime
á
cavilar
en estas cosas noche
y
día.
No podía. apartarlas de mi pensamiento,
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