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I.z

0,*'· '. \

~xxx

Pecadora

y

hereje.

Lo

confesó todo, absolutamente todo; .reba

fió en su conciencia, sacando de ella hasta las

últimas heces,

y

á '

medida que iba sacando,

respiraba con más desahogo, porque verdade–

ramente su carga era ,grande.

Durante

la

confesión, un indiscreto que

se

acercase habría oído saspjros

y

sollozos,

y

al–

guna palabra suelta del buen pastor de Cristo.

Cuando concluyó,

D.

Angel no estaba sereno.

Su bondadoso rostro, que, según

la

expreSIón

d~

un

en~usiasta

amigo suyo, era un "pedazo

de Paraíso, tenía cierta movilidad que no pue–

de definirse:

desconsu~lo

semejante al de los

que presencian la desaparición instantánea de

una cosa

muy

bella, sin poderlo evitar"ni tam–

poco enojarse. Se quedó D. Angel como To–

bías cuando vió desaparecer para siempre

el

ángel que le aC0J.?1patlara tanto tiempo.

D~spués

de rezar brevemente, ordenando

á

IU

sobrina que hiciese lo mismo, le dijo con voz

muy

triste:

I .