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240

,

"

.

B.

PERBZ

GALUOS

...

un mérito

~n

tu flaca edad,

y

esto _ba8ta para

obtener mi indulgencia. Hasta aquí vamos

bien, hija mía; per.(j la desconformidad empie–

la

ahora,

y

voy

á

manifestártela claramente.

I

Gloria atendía-con toda su alma.

r

-

I

ePues bien, hija mía-continuó el venera-

w

ble -sefior:-la causa de mi enojo contigo es ;

que, según me has

confesado~

han nacido en

l

tu espíritu y lo han anublado, _ de la misma

ma~

nera que los vapores cenagosos obscurecen la

claridad

y

limpieza del

$01,

ciertas ideas erró ..

neas contrarias de todo en todo

á

la do ctrina

cristiana y

las decisiones de la Iglesia. El mal

no está precisamente en que te -hayas conta–

minado de egos errores, pues el enemigo, que

vigilante acecha el estado de flaqueza para ver–

ter en la oreja del hombre la ponzofia, pudo

_ sorprender tu alma

é

inficionarte de la pesti·

lencia. A estos percances están sujetos todos

los hombres, aun los más fuertes; pero viene

~

de improviso la saludable reacción del alma,

!

se aclara el sentido, entr,8 poderosamente la

!

gracia,

y

el error huye como los demonios

arrojados del cuerpo, entre alaridos. Tú no has

gozado de este beneficio de la limpieza de -tu

entendimiento, sino que conservas tus errores;

estás encarifiada con ellos, según me has

di·

cho; los tienes enclavados en tu espíritu como