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,
"
.
B.
PERBZ
GALUOS
...
un mérito
~n
tu flaca edad,
y
esto _ba8ta para
obtener mi indulgencia. Hasta aquí vamos
bien, hija mía; per.(j la desconformidad empie–
la
ahora,
y
voy
á
manifestártela claramente.
I
Gloria atendía-con toda su alma.
r
-
I
ePues bien, hija mía-continuó el venera-
w
ble -sefior:-la causa de mi enojo contigo es ;
que, según me has
confesado~
han nacido en
l
tu espíritu y lo han anublado, _ de la misma
ma~
nera que los vapores cenagosos obscurecen la
claridad
y
limpieza del
$01,
ciertas ideas erró ..
neas contrarias de todo en todo
á
la do ctrina
cristiana y
-á
las decisiones de la Iglesia. El mal
no está precisamente en que te -hayas conta–
minado de egos errores, pues el enemigo, que
vigilante acecha el estado de flaqueza para ver–
ter en la oreja del hombre la ponzofia, pudo
_ sorprender tu alma
é
inficionarte de la pesti·
lencia. A estos percances están sujetos todos
los hombres, aun los más fuertes; pero viene
~
de improviso la saludable reacción del alma,
!
se aclara el sentido, entr,8 poderosamente la
!
gracia,
y
el error huye como los demonios
arrojados del cuerpo, entre alaridos. Tú no has
gozado de este beneficio de la limpieza de -tu
entendimiento, sino que conservas tus errores;
estás encarifiada con ellos, según me has
di·
cho; los tienes enclavados en tu espíritu como