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I
,r.
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B. PÉREZ GALDÓS
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/
-
. en
aqu'~l
día,
y
todo en él era discurr,ir -pans!
tiVQB,
imaginar tratamientos morales
qu~
vol–
viesen,
á
su
adora'd~ ni~af
al primitivo sér éa–
t6lico que
a~tes
t_enía. No ' pudo
ad~vinar
el
, buen sefior lO' que había. pasado. cO'n MO'rton;
.perO' allá en el fonQ:o
de.sua1m~ '
rebullía una
sospecha
vaga~
Sin creer
q~e
su hija se pren–
dara del extranjerO', -consideraba que el brillp
,
'-
exteriO'r deéste DO' había dejado. de influir en los '
desvaríos
het~rodoxos'. de
la interesante joven..
.Por -esta razón deploraba ,entonces más que
nunca el lastimosO' 'naufragio del
.1
J
lantagenet.
Emprendieron los
dO'~ herm~nos
sin pérdida
de tiempO" un verd
ad~rO' ~sedio
de cO'nsejos
y
amO'nestaciones·. CO'n suavidad el Obispo,
y
el
seglar éon -enojo
y
rigor, trataban de
v~l
verla
al caminO' de la
s·~l
vacióll;- pero estas embesti
~
das nO' produjeron resultadO' algunq positivo.,
" ó
mejO'r dicho, diéronlO' coptrario
á
las boní–
simas inte.nciones de ambos Lantiguas
y
al
. esplendor de .la Iglesia. En aquel mismo día
de la confesión, Gloria dió á conocer nuevas
prO'posiciones heréticas,
y
en su cabeza iban
I
entrando atropelladamente demonio tras de-
monio. Del latitudinarismO' pasó 'al raciona–
lismo
y
á otras execrables pestilencias.
Llegó, sin embargo, un punto en que las
relaciones carifiosísimas entre ella
y
su padre