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254

B. PÉRBZ

GALOOS

o____________________________

~

_____

.-;Justo

es~jjo

D.

Juao miraodo

8

8U

bar- "

mano,-que

tomemos ]as mism8B armas

que

/ ellos usan contra nosotros. Si sólo se 'tratara

. de nuestras vidas, moriríamos; pero la Iglesia

está en

nuestras

manos

y

no podemos aban–

donarla••

_El abogado, el seglar, asf

89

expresaba, con

el tono de

la

autoridad irrecusa.ble,

mi~ntr88

el sacerdote, el pastor, callaba; aceptando su

papel de

pasiva

bondad. El uno tenfa la idea,

' el

otro el prestigio -exterior; el

ano

la ioiciati·

I

va, el otro

las

bendiciones., _ -

~ Dul'ante

IRrgo

rato,

el

despacho de

D.

Juan

ftJé

uo 11 ervidero de

planee,

de n"oticias, -de

amenazas,

de humildades

religiosM mezélads8

con mundaDos ímpetus de soberbia. Al

fin,

D. Angel

y

~fael

pasaron

á

la sala, donde

Gloria

recibió

á

éste. El distinguido

joven

se

empeíló,

con

cierta

fa.tuidad,

en llevar la

con–

'versación al punto para él interesantísimo

de

su

reciente

triunfo; pero

la excelsa

joven,

que

derramaba su -resplandor en

]~s

cumbres

del

espíritu,

estaba

demasiado

alta para deslum–

brarse

con la

débil luz

de un -'fósforo.

Oyéndoles,

D~

Angel

sentia

en -su alma

pro·

fonda

pena,

sabedor~

como

era, de- dos' suce-

08

igualmente

deplorables: el desaire que ha–

bía hecho la pícara

á

1a8 gracias

y

perf~io-