GLORIA
24~
y
tio enlpeZal'On
á
quebrantal'se,
y
~qui
la
se~~
4
..
t
I
sihilidad ·de
la infeliz
. muc!l~acha,
se 8obrepüso
á
todo. Perder el amor
de
ellos _
era
desgracia
irrepa.r-able,
y
i'esolvió echar:' en -olvido - sus
"
eiTo~·es"
yá~ qne
no podía, extirparlos. ,'AI- día
siguiente,
cuando D. Angel
la ' amonest~ba
d'6-
" lante de'
8U
padre,
dijo:
c¡Ayl ¿Quién
puede resistir
á
tanta autori-
I
-
dad
ni
á
tanta bondad? Me
declaro conquis,.-
<.
-
tada. Creo todo lo que
l~
Santa
Madre Iglesna
me manda
créel'.~
., .
. Sometiós8,
sí;
pero,
allá en el fondo de eu
espíritu,
las ,proposiciones
errónoE\s, .
aquello
que mil . veces lIamQ pestífero la
autoridad
vi–
sibl~,
c'ontiuuaban viva.s
en. su- mente,.
como
raíz
q
ne de nn año,para
otro guarda
el
germe~
de nueva
flo'r.
Gloria
hiz.O' lo
que
hacen las
nueve
décim'as
pB:rtes de los
católicos,
es de–
cir, guardarse sus heterodoxias
para
no lasti–
mar
á
los viejos. De
aquí resnlt9
que
era,
co–
mo
la n1uchedumbl'e,
creyente para
los de–
mús
y
latitttdina1
4
ia
para
sI.
D.
Juan
de
Lantigua
volvió entonces con
nuevo
ardor
á
sus
trabajos,
y
el
Prelado
tornó
lentamente
á
la paz de su espíritu,
satisfecho
en extremo
de
haber
salvado
de
espantosa
cat~s trofe
la
!Iermosísima
alma
de
su
sobri-
08.
El
amor que
sentía
por
Gloria
no dismi-
,.