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aLORtA
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-¡Qué
manera de juzgarl-observó Don
Juan.-¿Acaso tú, una chiquilla, puedesjuz–
gar ..•
?
P~ro
silencio, que viene
aquí.:I.
D.
SilvestJ:~ '
y
Rafael entraron, dirigién–
dose ambos
á
besar el anillo al Obispo
y
pre–
guntarle por su salud. Por un instante no se
habló más que del proyectado viaje.
~
c¡Oh! aquí tenemos un documentó impor-
tantísimo-dijo el doctor Sedetio setialando
otro
p~riódico.
-Es una carta de Ficóbriga en
que se da cuenta d_e la portentosa
y
nunca vis–
ta
hazatia de
D.
Silvestre Romero, al sacar
á
sal
vo de en medio de las olas
á
los tripulantes
del
Plantageñet.
-¿A
ver,
á
ver?-dijo el cura lleno de emo–
ción
y
con los ojos chispeantes de vanidad.
-Le
ponen
á
usted en las nubes..•
aqu'í;
lea
usted,:t indicó Sedeno dando -el periódico al
tonsurado atleta.
RQmerQ leyó en voz alta el articulejo en
que
se narraba con prolijos detalles el suceso del
23
de
J
uuío,
y
dijo ai
concluir:
e
No
es~á
mal, no éstá
mal.
-El
setior cura-agregó
Su
Ilustrísima
con bondad,-se vanagloria demasiado de su
acción benéfica
y
le da publicidad excesiva,
presentándola de un modo dramático
y
tea–
tral, con lo que aquélla pierde un tantico de