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XXII
La respuesta de
Glor~a.
Entró la nit1a en el despacho de D.
Juan
al
mismo tiempo que el sefior Obispo, el cual te–
nía gozoso semblante
y
se acariciaba una ma–
no con la otra, sedal de. regocijo que se ad–
vierte en todos los que acaban de hacer una
cosa buena.
cQuerido hermano-dijo Su Ilustrísima,–
me parece que no he tocado
á
la puerta de
una casa vacía: alguien responde.
-¿De verss?-exclamó
D.
Juan metiendo
en el sobre la última carta.
-Ha empezado por mostrarse muy agrade–
t!ido
á
tus nuevas bondades. Acepta la hospita–
lidad que le concedes por quince días ó un mes.
-¿Has hablado con él de religión?-pre–
guntó Lantigua, pasando por su lengua la
parte engomada del sobre.
-Sl;
mas él, con habilidad suma, ha elu–
dido entrar en las cosas 'hondas de doctrina.
No
habla más que de generalidades, de la
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