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B. PÉREZ GALDÓS '

no puedo acusarme de haber hecho dafio al–

guno

á

la Iglesia ni á

I~s

personas eclesiás–

ticas. Por el contrario,- en mis discursos, en

, las conversaciones privadas ' con mis

~mígoe

políticos, siempre he dicho:

e

8efiores, la reli–

gión antes que todo. No quitemos al pueblo eS6

freno moral. .. Conviene, pues, que la Igle,sia

esté de nuestra parte. Es el gran auxiliar del

Estado,· y hay que tenerla contenta. ¿Pide seisr '

pues darle ocho...

»

Aborrezco

á

esos que s(;

llaman filósofos y librepensadores y que se

p~"

nen

á

gritar en las asambleas

y

en los clubs,

haciendo ver que la Iglesia es esto y ,lo otro.

Yo les' digo: «Señores, en el fondo casi esta–

mos conformes. ¿Cómo puede negarse que mn-

, chas de las cosas que 'nos quieren hacer creer,

.no andan muy acol"des con -el sentido común?_

Pero ¿hay necesidad de subirse encima de una

silla y decirlo

á

todo el mundo? El pueblo ig–

norante

no

lo e-lltiende, y al oir

á

usted~s,

cree

que le están permitidos ' el robo

y

el asesinato.

-\ Hay

que mirarse bien antes de propagar cier–

tas doctrinas ...

»

Por esto soy enemigo de esos

-charlatanes,

y

en mi humilde esfera defiendo

con la palabra

y

con la pluma las creencias

religiosas, la doctrina toda de la Iglesia .cató–

lica, el culto y el clero, venerandas institucio–

nes sobl"s-las cuales descansa el orden social;