GLORIA
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los Juriosos que entusiasman al partido.»
Yo,
- que no soy capaz de matar una-pulga, ni gusto
de qne se molesté
á
nadie, predico la ruina de
la sociedad actual; yo, que. tengo como cada
hijo de vecino mis dudillas acerca
d~
muchas
cosas que nos ensefia el Catecismo, aunque no
de las principales, parece, según la vehemen–
cia con que lo digo, que me quiero tragar
á
los que creen poco.
-¡Ahl ¡ahl-exclamó el cura riendo;-ese
es mal común
á
toda la gen te de hoy, blancos
y
negros. Nadie tiene fe. Hace poco hablaba '
yo ·con un señor .que pasa la vida escribi'endo
contra los incrédulos .y llevando
y
trayendo
recados al Papa. En confianza me
d~cía:
«Se–
.11or D. Silvestre, no hay quien m·e haga creer
en el Infierno.»
Y
o me reía mucho con sus ra·
x'ezas,
y
jamás disputábamos, porqu-e aborrez–
co las disputas. Ibumos
á
cazar juntos. Yo le
\ enseilaba el cartapacio de mis sermones para
~
que les echara un vistazo... Ya se ve... Es per–
: sona de muy buen gusto
y
est~lo,
una especie
1
de Fray Luis de Granada sin hábitos y sin fe,
y
por lo demás sujeto
apreciabilísim~,
persona
excelente. Usted también es de los que hablan
mucho y creen poco. -
-Entendámonos, sefio1' cura. Yo creo
que
sin religión no hay sociedad posible. ¿A dón,:"
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