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Sepulcro blanquea'do.
y'
era en verdad cOlltraste singular que
luientras su alma" como dice ,el salmista,
esca-
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pava
al monte cual ave,
estuviese -su cuerpo en
lUgªl'
tan rastrero COlno una cocina,
y
arre'man–
gándo~e
los lindos
bra.zos y
poniéndose un de–
lantal blanco, empezara.
á
batir con ligera
ma–
no 'muchedumbre de claras
y
yémas de
huevo,
que en honda cacÉu:ola espumarajeaban for–
mando bolas de fragilísimo
crist~l.
,La cuchara,
que por la rauda agitS;ción apenas ' se veía, le-
'vantaba amarilla nube; hervían las
albl1~ino
sas claras, simulando graciosas 'excre,scencias
de ámbar
y
mil
y
mil engarzos de topacios, en
I
-cuyas facetas ' temblaba
la
luz~
Después pasó
aquel menjurge
~e
una cacerola
á
otra, quitó
á
! •
·un limón toda la cáscara, picóla en menudos
trocitos, revolvió con harina los huevos, -sacó .–
de
un cajón unas viejecillas arrugadas
y
dulcf–
simas, que en su j uventud se llamaron uvas,
acaparó bizcochos, a poderóse por último de un
molde de hoja de lata, todo con gran prestez,a.