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'XXt

Sepulcro blanquea'do.

y'

era en verdad cOlltraste singular que

luientras su alma" como dice ,el salmista,

esca-

,

.;~

pava

al monte cual ave,

estuviese -su cuerpo en

lUgªl'

tan rastrero COlno una cocina,

y

arre'man–

gándo~e

los lindos

bra.zos y

poniéndose un de–

lantal blanco, empezara.

á

batir con ligera

ma–

no 'muchedumbre de claras

y

yémas de

huevo,

que en honda cacÉu:ola espumarajeaban for–

mando bolas de fragilísimo

crist~l.

,La cuchara,

que por la rauda agitS;ción apenas ' se veía, le-

'vantaba amarilla nube; hervían las

albl1~ino­

sas claras, simulando graciosas 'excre,scencias

de ámbar

y

mil

y

mil engarzos de topacios, en

I

-cuyas facetas ' temblaba

la

luz~

Después pasó

aquel menjurge

~e

una cacerola

á

otra, quitó

á

! •

·un limón toda la cáscara, picóla en menudos

trocitos, revolvió con harina los huevos, -sacó .–

de

un cajón unas viejecillas arrugadas

y

dulcf–

simas, que en su j uventud se llamaron uvas,

acaparó bizcochos, a poderóse por último de un

molde de hoja de lata, todo con gran prestez,a.