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D. ¡::'ÉREZ
OAI.DÓS
•
hombre tQmó
po~
el vado
las de Villad-iego.
'Aquel voto de
menos podía
comprome~er
' seriamen~
la
elección. Advirtiólo D. Silves–
tre,
y
br~maÍldo
de
furor-llamó
al
campesino, .
que en
salvo
ya
en la otra orilla
y
fre~te
por
frell~e
de los
cOn:iiC~o8,
con
el rí<:> de
por
me–
dio, hacía con
ambos brazos ge:;tos
de
burla
y -
provocación. Exasperado
p.
Sil
vestre
contra
aquel
salvaje, que
no sólo
se
escabullía
en
~1
momento
de
votar, sino
que
con
los
gestos
de
los
dos
movibles brazos
le
insultaba
delante de
la
Nación
en
el momento de
ejercer-ésta su so–
beraní~,
no
reparó
en
Dada~
y
con
prest:eza
suma
se
arrojó
al
agua.
Como era gran
n_ada.•
dor
y
se.
había
despojado
del /levitón
que
le·
cefiía
f
bien
pronto
puso .el
pie en la
otra
mar~
/ ' .gen
del-
_río.
Corr ió
hacia el
fugitivo,
le
agarró
por '
el
cuello, '
y
a rrastDándole con hercúlea
fuerza, se metió con él nuevamente en el agua,
y
usido ,por
los
cabellos
le trajo á la ol'illl;\ de
r
acá,
la entró en la
casncha ~
y
le puso, cho–
rreando agua, delante de la urna. Este acto
de
e nergía,
atemorizando
á
los que se
~ostra
ban indecisos, aseguró la
eleéción.
Otras
much t:ls anécdotas
podría co.ntar
para
mayor realce de la valen tía de
este
varón jn"
signe; pero n o
quier9 ' al argar
las dimensiones
de su retrato. A fin de que
sea, '
aunqúe
breve.