GLORIA
que arrancan del seno de las aguas tódo lo
nadante.
Call~s,
liñas, aparejos, diversos lina–
jes de anzuelos, garabatos, pinchos. y agnjas,
los unos para la merluza, .los otros¡para el ca·
lamar; moscas artifictales para las pobres tru
e _
•
I
cbas de los' regatos, garfios para los salmones
de los ríos, guadañetas para los calamares,
y
además rédes
1
chinchol'fos
p
tramayos, medio–
mundos,
palangres~
todo lo guardaba- aquel
N
emrod de la tierra
y
los mares.
.
Había nacido Romero en aquella región
montaraz que llaman Picos de Europa, donde
parece que el hombre retrocéde
á
las prime–
loas edades venatodas y ha de
vi
vil'
disputan-
'do á las bestias el suelo, que. aún no se sabe '
si pertenecerá. á la fuerza ó
á
la
destr~za.
Agil, valiebte
j
emprendedor, atrevido, había
desafiado los temibles osos, en compafiía de
otros jóvenes del país. Se familiarizó con el
terreno abrupto, quebrado, con los precipi–
cios, las cascadas, las deformidades de un sue–
lo que parece no ha concluido aún de tomar,
después del cataclismo, su forma defiui ti va,
y
vivía contento en su salvaje y libre estado.
Mas como la paterna voz sonara un día en sus
orejas, haciéndole ver la conveniencia de no
dejar perder ciertas capellanías, Silvestre se
atibor ró de la tín
y
se hizo cura. No le fué mal.
l
"
,