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,

-

XVIIl

El

,cura

de Ficóbriga.

/

Ha llegado la ocasión. A su

hazafia

debe !

preceder su retrato. Era D. Silvestl'e joven,

sanguíneo, fuerte,

grandulló~

de cuerpo, "ani–

moso hasta la temeridad, ambicioso de aplau.. " ,

sos y ganoso

de

estar siempre en primera

lí-

I

nea; grande amigo de sus amigos, y

al

propio

tiernpo muy alegre, muy rumboso, vivísimo

de gellio, generoso,

y

de trato galán

y

campe–

chano con grandes y pequefios.

En la

jglesin,~

las hembras

le

querían mucho, porque predi–

caba con alta entonación,

con

dramático y

pintoresco estilo; los varones también, porque

despachaba

la

misa. en un momento.

Así.

es

que cuando decía misa el Padre P()quito, que '

era

de

mucha,

pesadez, todos aquellos fieles,

abrumados de ocupaciones, se quedabau char–

lando en

la

plaza.

ePara una misa corta no hay

otro

como

D.

Sil vestre-decían.-Bie'n comprende que

no somos holgazanes, que van

á

desperezar–

se

y

á

dormi r en la

iglesia.

H Kce

todo,,¡s las ce·