GLORIA
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c~mpleto,
diré que D. Silve'stre de'spuritttba en '
los juegos de tresillo
y
ajedrez. El
y
D.
Juan
de Lantigua se batían sobre el tablero casi to–
das las tardes. Como poseía dos
ó
tres lan–
chas de pesca.,
á
la m·ar salía muchas tardes,
y
era más conocedor del terrible elemento que
los mejores prácticos de Ficóhriga. También
nadaba como un pez, siendo el asom15ro de to–
dos cuando se ponía
á
luohar con' las olas,
y ,
si se ofrecía empufíar el timón
ó
el remo
y
di–
rigir la
ciaboga
mientras la embarcación pasa· .
ha la barra, los marineros más forzudos no le
igualaran. Muchos aseguraban que el mar le
. tenía miedo,
y
bien se podía decir con el Li-=
bro Santo:
Draco iste quem
Jormasti
.adlilluden–
dU1n ei;
ceste dragón
á
quien hiciste para bur–
larle.
»
Cuando le hemos conocido, la Qcupación fa–
vorita
y
el 'suefío dorado de
D,
Silvestre eran
cuidar una huerta primorosa que , habia for–
mado en un sitio llamado el Soto de Brijan,
frente
á
Ficóbriga,
á
la otra orilla de la ¡Oía,
pasando el puente de Judas. Allí estaba la ma–
yor parte del tiempo, sin descuidar sus deberes
parroquiales (dicho sea en honor suyo). Aun–
que vivía de ordinario en Ficóbriga, tenía en
el Soto hermosa casa, los mejores frutales del
país
y
un amplio corral
y
establo llenos de