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B. l?ÉREZ
GALD69
ani1nal~,!
pusilla
c~¿m
magn(s"
de cuanto Dios
crió. Pavos, gansos",
gallinas
dé diversos lina–
jes, vacas
de
leche, conejos" cerdos .
go~dí
simos,
á
q~ienes
D.
Silvestre solía rascar con
la
punta del bastón, pájaros, cabras exóticas;
an
suma, ,nada de cuanto puede
b~cer
pla.cen-
tera la vida der campo faltaba ", allí.
.
En
los días de nuestra historia , no aie9-
dí
&
mucho
:ID.
Silvestre
á
su granja,. porque le dis–
traían los. negocios
electoraJes ' ~e
su buen
'a.mi–
go:Ralael del Horro. Habíase estrechado
esta
amistad por relacÍones periodísticas,
y
por
la .
virtud de ciertas cartas que
1).
Silvestre. es-cl'i·
bió desde' 1ric6briga
á
un periódico
de
Madrid,
firtnadas con
el
seudónimo de
El'
pastor ie
la
montaña.
Rafael del H (¡)¡'¡'o vivia en casa del '
.cura,
y
todas las lloras las pasaban en grata..
'conferencia sobre
los
elell)ento~de
que podían
.disponer
y
las probabilidades de 4riunfo.
Ha–
bian concertado' plantarse ambos en el terreno
de la lucha
y .
~o
abandonarlo hasta
alcanza~'
completa victoria sobre los impíos"
'1
Tal era el hombre extraordin.ario
y
valeroso:
que
dijo:'
e
Yo
salv¡aré
á
los riáúfragos., \
f
•
•
M?mentos después
saltaba"
á
la
t;ralner~
..
I mpávido se lanzó
á
las olas,_D.
.silvestre
té–
nía
íe en su poderoso brazo, en · su pericia de
marine
y
de pescador,