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,

I

128

B. l?ÉREZ

GALD69

ani1nal~,!

pusilla

c~¿m

magn(s"

de cuanto Dios

crió. Pavos, gansos",

gallinas

dé diversos lina–

jes, vacas

de

leche, conejos" cerdos .

go~dí­

simos,

á

q~ienes

D.

Silvestre solía rascar con

la

punta del bastón, pájaros, cabras exóticas;

an

suma, ,nada de cuanto puede

b~cer

pla.ce

n-

tera la vida der campo faltaba ", allí.

.

En

los días de nuestra historia , no aie9-

&

mucho

:ID.

Silvestre

á

su granja,. porque le dis–

traían los. negocios

electoraJes ' ~e

su buen

'a.mi

go:Ralael del Horro. Habíase estrechado

esta

amistad por relacÍones periodísticas,

y

por

la .

virtud de ciertas cartas que

1).

Silvestre. es-cl'i·

bió desde' 1ric6briga

á

un periódico

de

Madrid,

firtnadas con

el

seudónimo de

El'

pastor ie

la

montaña.

Rafael del H (¡)¡'¡'o vivia en casa del '

.cura,

y

todas las lloras las pasaban en grata..

'conferencia sobre

los

elell)ento~de

que podían

.disponer

y

las probabilidades de 4riunfo.

Ha–

bian concertado' plantarse ambos en el terreno

de la lucha

y .

~o

abandonarlo hasta

alcanza~'

completa victoria sobre los impíos"

'1

Tal era el hombre extraordin.ario

y

valeroso:

que

dijo:'

e

Yo

salv¡aré

á

los riáúfragos., \

f

M?mentos después

saltaba"

á

la

t;ralner~

..

I mpávido se lanzó

á

las olas,_D.

.silvestre

té–

nía

íe en su poderoso brazo, en · su pericia de

marine

y

de pescador,