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RAUL PORRAS BARRENECHEA

preciosas, de las mas ricas piezas

de oro y plata sacadas de las

Indios, el producto exacto de los

tesoros de Atahualpa y el Cus–

co, el tamano de las mayores

piedras preciosas, esmeraldas

y rubfes encontrados en las In–

dios, su peso y su valor, el origen,

la enfermedad y la vejez de las

perlas. Su vocacion es, sin duda,

de lapidario.

No le faltan sin embargo, a

Leon Pinelo, a pesar de su amor

a lo desmedido y exotica, con–

diciones de buen observador

y aciertos historicos. Uno de los

trozos mas interesantes de

El Pa–

rafso me parece su descripcion

etnografica y psicologica del in–

dio americano que habran de

tomar en cuenta los etnografos.

Hablando de los indios, alaba su

habilidad manual, su resistencia

para el trabajo y su fidelidad, y

dice que son «sin ambicion de

mandar y sin apetito de sabern y

que les falta <do codicia y el arte,

que son dos impulsos por que los

hombres penetran en los mares,

desentranan las tierras y hacen

anatomfa de la naturalezan

(11,

5) .

Nose crea, sin embargo, que hay

en el contagio las-casista: Europa

es para Pinelo la region que pro–

duce hombres mas perfectas en

lo natural yen lo moral, y merece

ser la senora del Orbe.

{116) .

Entre sus atisbos historicos estan

el de haber reconocido la exis–

tencia de sacrificios humanos en–

tre los Incas, contra la afirmacion

entonces reciente y solitaria de

Garcilaso; el de haber dicho que

los Tultecas fueron los primeros

pobladores del Peru, anticipando

la tesis de las emigraciones cen–

tro-americanas de Uhle (I , 289) ;

90

Humboldt

y

sin d uda, la ac uarela de Bonpland. Tornado de

Cuadros de la Naturaleza,

edici6n de 1876, Madrid, troducido por Bernondo Giner. La misma fuente la estompa

de la p6gina siguiente. Pero tenemos

mucho

de Humbold t

en

nues tros fondos.

y el de sostener la existencia de

grandes civilizaciones anteriores

a los Incas, en presencia de los

grandes monumentos megalfti–

cos andinos, aunque cayera en

la hipotesis desmesurada y fa–

vorable a su tesis de que fueron

edificios construidos por hombres

ante-diluvianos. Pinelo, aunque

no transmita una vision directa, re–

coge y sintetiza con acierto todos

los testimonios contempor6neos

sabre los restos arqueologicos de

Vilcashuam6n, de Cacho, Tam–

bo y, principalmente, de Tiahua–

naco y de Sacsahuam6n, cuya

antiguedad y estilo diferente de

los Incas subraya con citas de

Cieza, Davalos y Pamanes.

Tambien acierta historica–

mente al calcular la poblacion

americana precolombina y

juzgar la causa de su escasa

densidad . «Las mayores nacio–

nes no pasaban de diez mil in–

dios, y muchas no llegaban a

tres ni a dos mil, que para vida

tan libre era cortfsimo multipli–

co». Considera como causas

de la despoblacion anterior a

la conquista las guerras indfge–

nas, los sacrificios humanos, la

antropofagia en algunas tribus

y la costumbre de enterrar vivas

a los servidores de caciques y

principales. Reconoce tambien

con bastante imparcialidad la

falta de espfri tu cientffico en las

Joyas de la Biblioteca