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Libro Tercero

Capítulo XXIV

Del jardín de oro y otras riquezas del templo, a cuya

semejanza había otros muchos en aquel Imperio

L

os

PARIENTES MÁS CERCANOS

de los curacas eran los sacer–

dotes de los templos del Sol. El Sumo Sacerdote,

como obispo de cada provincia, era Inca de la sangre

real, porque los sacrificios que al Sol se hacían fuesen

conforme a los ritos y ceremonias del Cozco y no con–

forme a las supersticiones que en algunas

provincias había, las cuales vedaron los Incas,

como sacrificar hombres y mujeres y niños y

comer la carne humana de aquellos sacrifi–

cios y otras cosas muy bárbaras que dijimos

tuvieron en su primera gentilidad. Y porque

los súbditos no se volviesen a ellas, les obli–

gaban a que tuviesen por Sumo Sacerdote

un Inca, que es varón de la sangre real.

También se lo daban por honrar a los vasallos, que,

como en muchas partes lo hemos dicho, estimaban

en mucho les diesen Incas por superiores, así para

sacerdotes en la paz como para capitanes en la guerra,

porque era hacer a los inferiores miembros de aque–

llas cabezas. Y esto baste para lo mucho más que de

aquel riquísimo templo pudiera decir otro que supiera

ponerlo mejor en su punto.

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