favor; dejarlas hemos, por decir la desdicha de nuestra
patria, que, aunque tuvo hijos esclarecidos en armas
y de gran juicio y entendimiento, y muy hábiles y ca–
paces para las sciencias, porque no tuvieron letras no
dejaron memoria de sus grandes hazañas y agudas
sentencias, y así perecieron ellas y ellos juntamente
con su república. Sólo quedaron algunos de sus he–
chos y dichos, encomendados a una tradición flaca
y miserable enseñanza de palabra, de padres a hijos,
la cual también se ha perdido con la entrada de la
nueva gente y trueque de señorío y gobierno ajeno,
como suele acaecer siempre que se pierden y truecan
los imperios.
Yo, incitado del deseo de la conservación de las
antiguallas de mi patria, esas pocas que han quedado,
porque no se pierdan del todo, me dispuse al trabajo
tan excesivo como hasta aquí me ha sido y delante me
ha de ser, el escribir su antigua república hasta aca–
barla, y porque la ciudad del Cozco, madre y señora
della, no quede olvidada en su particular, determiné
dibujar en este capítulo la descripción della, sacada de
la misma tradición que como a hijo natural me cupo
y de lo que yo con proprios ojos vi; diré los nombres
antiguos que sus barrios tenían, que hasta el año de
mil y quinientos y sesenta, que yo salí della, se conser–
vaban en su antigüedad. Después acá se han trocado
algunos nombres de aquéllos, por las iglesias parro–
quiales que en algunos barrios se han labrado.
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