Libro Cuarto
Capítulo 111
La veneración en que tenían las cosas que hacían las
escogidas, y la ley contra los que las violasen
T
ODAS ESTAS COSAS HACÍAN
las monjas de sus manos en
mucha cantidad para el Sol, marido dellas. Y porque
el Sol no podía vestir ni traer aquellos ornamentos, se los
enviaban al Inca, como a hijo legítimo y natural y here-
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dero que decían ser suyo, para que él los trujese. El cual su
los recebía como cosas sagradas y las tenía él y todo su
Imperio en mayor veneración que las tuvieran los grie-
gos y romanos si en su gentilidad las hicieran sus diosas
Juno, Venus y Palas. Porque
estos nuevos gentiles, como
más simples que lo fueron
los antiguos, adoraron con
grandísima veneración y
y
afecto de corazón todo lo
que en su falsa religión te-
nían por sagrado y divino. Y
porque aquellas cosas eran
hechas por las manos de
las Coyas, mujeres del Sol,
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y hechos para el Sol, y las
mujeres por su calidad eran
de la misma sangre del Sol,
por todos estos respectos
las tenían en su suma ve–
neración.