ñana es de procesión, sermón
y
misa solenísima,
y a la tarde es la fiesta de toros y juego de cañas y
mucho regocijo. En el hastial de aquel templo que
sale a la plaza, pintaron al Señor Sanctiago encima
de un caballo blanco, con su adarga embrazada
y
la espada en la mano,
y
la espada era culebreada;
ten ía muchos indios derribados a sus pies, muertos
y heridos. Los indios, viendo la pintura, decían:
«Un Viracocha como éste era el que nos destruía
en esta plaza». La pintura dejé viva el año de mil
y
quinientos
y
sesenta, cuando me vine a España.
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