dola por los cabellos, se fue a los españoles con
ella, donde fue bien recebido, como su victoria
lo merecía.
El Inca y los suyos quedaron estrañamente escan–
dalizados de la victoria del cañari, que si la ganara
un español no la tuvieran en tanto; y por ser
de un indio vasallo dellos, la tomaron por
malísimo agüero de su pretensión; y
como ellos eran tan agoreros, desma–
yaron tanto con este pronóstico que
de allí adelante no hicieron en aquel
cerco cosa de momento, si no fue
la desgraciada muerte del buen
Juan Pizarro, que luego diremos.
Siempre que me acuerdo des–
tas maravillas y de otras que Dios
Nuestro Señor obró en favor de los españoles en
aquel cerco y en el de Los Reyes, que adelante
veremos, me admiro de que los historiadores no
hiciesen mención dellas, siendo cosas tan grandes
y tan notorias que en mis niñeces las oí a indios
y a españoles, y los unos y los otros las contaban
con grande admiración; y en memoria dellas, des–
pués del cerco, dedicaron a Nuestra Señora aquel
galpón donde los españoles posaban (y hoy es
iglesia catredal de la advocación de Sancta María
de la Asumpción), y la ciudad dedicaron al español
Sanctiago, y cada año en su día le hacen grandísi–
ma fiesta en memoria de sus beneficios: por la ma-
SS