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Libro Primero

Capítulo VIII

P

OR MUCHO ouE

Los capitanes procuraron que sus

soldados no escribieran a Panamá, no pudieron

estorbarles la pretensión, porque la necesidad aviva

los ingenios. Un fulano de Saravia, natural de Truj illo,

negó a su capitán Francisco Pizarra, siendo obligado

a seguirle más que otro, por ser de su patria . Envió a

Panamá, en un ovillo de hilo de algodón (en achaque

de que le hiciesen unas medias de aguja), una petición

a un amigo, firmada de muchos compañeros, en que

daban cuenta de las muertes

y

trabajos pasados,

y

de la

opresión y cautiverio presente, y que no les dejaban en

su libertad para volverse a Panamá . Al pie de la pet ición

en cuatro versos, sumaron los trabajos, diciendo:

Pues señor Gobernador,

Mírelo bien por entero,

Que allá va el recogedo r,

Yacá queda el carnicero.

Estos versos oí muchas veces en mi niñez a los espa–

ñoles que contaban estos sucesos de las conquistas del

Nuevo Mundo,

y

los traían de ordinario en la boca, como

refrán sentencioso,

y

que habían sido de tanto daño a

los caudillos, porque del todo les deshicieron la empresa,

perdidas sus haciendas

y

el fruto de tantos trabajos pasa–

dos. Después, cuando los topé en España, en la coránica

de Francisco López de Gómara, holgué mucho de verlos,

por la recordación de mis tiempos pasados.

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