desta calamidad y plaga voy diciendo; sin ellos, co–
nocí otros pocos que escaparon de aquella miseria.
Conocí dos Auquis, que quiere decir infantes; eran
hijos de Huayna Cápac; el uno llamado Paullu, que
era ya hombre en aquella calamidad, de quien las
historias de los españoles hacen mención; el otro
se llamaba Titu; era de los legítimos en sangre; era
muchacho entonces; del bautismo dellos y de sus
nombres cristianos dijimos en otra parte. De Paullu
quedó sucesión mezclada con sangre española,
que su hijo Don Carlos Inca, mi condiscípulo de
escuela y gramática, casó con una mujer noble na–
cida allá, hija de padres españoles, de la cual hubo
a Don Melchior Carlos Inca, que el año pasado de
seiscientos y dos vino a España, así a ver la corte
della como a recebir las mercedes que allá le pro–
pusieron se le harían acá por los servicios que su
abuelo hizo en la conquista y pacificación del Perú
y después contra los tiranos, como se verá en las
historias de aquel Imperio; mas principalmente se le
deben por ser bisnieto de Huayna Cápac por línea
de varón, y que de los pocos que hay de aquella
sangre real es el más notorio y el más principal. El
cual está al presente en Valladolid esperando las
mercedes que se le han de hacer, que por grandes
que sean se les deben mayores.
De Titu no sé que haya sucesión. De las ñustas,
que son infantas, hijas de Huayna Cápac, legítimas
en sangre, conocidas, la una se llamaba Doña Beatriz
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