Libro Segundo
Capítulo XXV
E
NTONCES UN INDIO CAÑARI,
de los nobles de su na–
ción, que cuando niño y muchacho había sido
paje del gran Huayna Cápac y después fue criado
del Marqués Don Francisco Pizarra, que lo rindió
en uno de los rencuentres pasados, y por su amo
se llamó Don Francisco, que yo conocí y dejé vivo
en el Cozco cuando vine a España, pidió licen–
cia a Hernando Pizarra y Juan Pizarra y a Gonza–
lo Pizarra, hermanos de su señor, y les dijo que
pues aquel atrevido venía de parte de los indios
a desafiar a los viracochas, que él
quería, como criado dellos, salir al
desafío. Que les suplicaba
lo permitiesen, que él es–
peraba en la buena dicha
dellos volver con la victo–
ria. Hernando Pizarra y sus
hermanos le agradecieron y
estimaron su buen ánimo y
dieron la licencia. El cañari salió
con las proprias armas que el otro traía, y ambos
pelearon mucho espacio; llegaron tres o cuatro
veces a los brazos, hasta luchar, y, no pudiendo
derribarse, se soltaban y tomaban las armas [y]
volvían de nuevo a la batalla. Así anduvieron hasta
que el cañari mató al otro de una lanzada que le
dió por los pechos y le cortó la cabeza y, asién-
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