72
((Yo agarro
el
arpa por
necesidad. No fue
color de rosa, ni
me nació del
corazón: fue una
necesidad))
«Vienes a tocar todos lo sábados y domingos. Ya estás
contratada». E e día de propina me dio 20 oles. Entonce
pensamos que era una bendición, con media hora hacíamos lo
mismo que todo el día trabajando con la comida. De ahí mi
mamá fue a otros loca le a co nseguir contrato y así
comenzábamo a ganar má o menos.
Así nos fuimos ab riendo mercado, nos íbamos en ómnibus
ha ta el Cono Norte cargando el arpa. En aquella época no
teníamo la dicha de tomar un taxi. Las cosa eran difíciles en
el Co no No rte, a eces no nos dejaban tocar o no no querían
pagar, querían «colaboración». En fin, lo que sí, poco a poco,
no com enzaron a co n oce r, n os contrataban para un
cumpl ea ñitos, una po lladita. Nos pagaban 20, 30 soles.
Empezamos a ir al sur, a Villa El Sal ador, a otros sitios. Cada
vez teníamo má contrati tos. Pero la cosa verdaderamente
cambiaron cuand o conocimos a una señora, la señora Del
Águila. Fue un día que me llevaron a tocar a un colegio. Esta
seño ra me pidió un teléfono, le di el número de un primo. A
lo tres día nos llamó la señora para animar un cumpleaños,
nos contrató y nos ofreció 50 o le . Cuando llegamo a Huá car,
la seño ra nos conoció un poco má y como que le dio pena,
nos invitó comida y no pagó el o ntratito.
Al tercer día del evento la señora nos i ita a nue tro cuartito
en el centro, cuando llega e queda o rprendida de la manera
cómo estábamos viviendo en un cuarto tan chiquito y in luz.
Poco a poco la eñora no iba a vi itar, no traía frutita, traía
comida, de vez en cua ndo nos acaba y no lle aba a los
re taurante . Un día no dijo: «Así no fun cionan lasco a aquí
en Lima, necesitan un teléfono». o o tro teníamo miedo de
tener teléfono. o abíamo cómo ibamo a pagar. La señora
no ll e ó a la central de Telefónica, se pu o de garantía y nos
acó un número de teléfono, también con u plata imprimió
un ciento de tarjeta :
~Cuando
alguien te pida l vas a dar la
tarjeta y le dice que te llame en cualquier rato» me dijo. La
gente comenzó a llamar, todo gracias a la seño ra Del Águila.
Ha ta ahora la frecuentam a la eñora.
A í no comenzaban a llamar de todo Lima. Un contratito
por allí, por all á.
menzamo a comprar má in trumento .
La eñora nos eguía alenta ndo. U n día nos dijo: «Ustedes ya
no pueden eguir vi iendo acá». o dijo que un cuñado de
ella tenía un lo te en an Juan de Lurigancho, que no vi ía
allí, pero no o tros no queríamo mudamo para no cambia r
el número de teléfono con el que ya no conocían . Ella dijo
que no importaba, co ntrató una combi, lleva mo nue tra
camita, nue tra coci na, nue tros in trurnentos. o ayudó a
acar otro teléfono y no lle ó a i ir allá. La eño ra decoró
ta n bien la a a: lo hizo techar, le pu o baño, todo por
ayud a rno . La eño ra eguía trayendo comida, n s traía
ga eo a. Gracia a ell a, probábamo ga eo a. Pero e tábamo
igua l tri te porque n había tanto trabajo, la plata se iba
rápido , apena alcanzaba.
C OLOQUJO LO CHOLO EN EL
PERú