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tran fo rmación soc ia l de la República . E to e n parte e

producto del

baby

boom

-el aumen to de la ta a de la natalidad–

y de las mejoras en la política anitaria , pero lo que diferen ia

a e ta nueva generacione es la ruptura con el vasallaje bajo

el que vi ían 1 primero provinciano inmigrante .

El trán ito del camp a la ciudad era como una ca tración.

El precio que tenía que paga r el provinciano inmigrante por

ser aceptado en Lima era muy alto. Su gusto y creencia

provincianas eran considerado exótico , retrógrado , de muy

mal gu to, po r eso mucho tu ieron que adoptar estrategias

que implicaban «amputacione » ociale y culturales, dejando

de lado u modi mo y giro natale por o tro má recargado ,

qu trataban de imitar el ampulo o e tilo cri llo.

Pero e to tampoco ignificó ser aceptados plenamente, o lo

tolerado , en tanto upieran mantener « u lugar». Valentín

Paniagua y Alejandro Toled , po r ejempl , tienen un rigen

serrano y provinciano común. in embargo, no recibieron el

mi mo trato. Paniagua era un pro inciano apocado que

«

abía

u lugar» y u ro l, ple n amente funci ona l a la sociedad

estamental, que 1 permitió ejercer la forma , pero no el poder.

To ledo, por el contrario , fue tratado como «el igualado, el

de ubicado, el que se la ere •.

2. U n a sociedad de «igualad os», nunca de iguale

La

mayo r diferencia entre lo primeros in migrantes y us

de cendientes e que los muchacho de ahora iguen

fa

cinado

por el ue ño de er c iudadanos con pleno derec ho . La

ubordinación, para espanto de alguno , ya no e una opción .

Frente a e te nue o modelo a piraciona l, lo ecto re

con ervado re han comenzado a expre ar u miedo y fobia

má recó ndito . Usa ndo la burla, ma ifica n e teréo tipos

denigrante con la intención d ancionar al «de ubicado», aquel

que quiere y a pira con ju ricia a er igua l, no «igualado».

En ese contexto, la nuevas generacione han tenido en la

música un in trumento importantí imo en la conqui ta del

imaginario nacio n al, logra ndo refl eja r unificar di tinto

ni eles del entir provinciano: el am r al terruño, el abor, el

ritmo, el colo r, la historia , el conocimiento, el

etho

,

el

pachos.

Tenemo un ro tro propio, aunque a lo medio hegemó nico

no le gu te refleja rlo.

Tony Ro ado

1

eñala: «H em llegado a la capital, ¡hemo

conqui tado

el

Perú!». on el triun fo de lo ritmo regionales,

la va lidació n de un cami no propio, e pecialme nte cuando

ninguno ha mutado al rock, al pop ni ha renegado de u

o rígen e , como e ra el temor de much académico que

ancionaron la chi cha como un desmedro de l

erna ular,

Tony Rosado e el vocali ta principal de la O rqu ta Pacifico de cumbia

norteña que actualmente lidera el gusto popular

y

quien tiene como

esl gan la fra e citada.

VISIONES DE LA MODERNIDAD DFSDE LO CHOLO

peldaños que conducían al

sitial

de las

familias

reverenciadas.

Los obreros, pequeños

comerciantes

o

trabajadores

independientes

vivían

en

el

Rímac,

La

Victoria, ttrqttiUo, Barrios

Altos.

Étnicamente

eran mestizos o cholos.

Los

ectores

popt1lares de ese

entonces no

eran

muy aspirantes y se

contentaban con

poco.

También, como en

la clase

media,

Stt

at1topercepción y

comportamien to

dependía en mucho de su

actitud

frente a

los que aparecían en las páginas sociales.

Aquellos que

disfrnraban

y hacían suyos

los

matrimonios

y hazañas de los

«niños•

y

•señores• tendían

a ser conservadores

y

a

ref11giarse

de lo impredecible del

destino

en

la

hipotética

seguridad de algún

compadrazgo;

en

una relación

con im

poderoso

qi~e

les permi

riera socorrer

itrgencias

a

cambio

de admiración

y

disponibilidad para

servir. Otros

en

cambio,

o los mismos dependiendo de la

oportunidad, preferían

la

independencia

y

la lucha

contra

la

dominación tradicional.

Ctwndo sin

duda simplificado. No

obsra.nte, rescata im

hecho cuya ausencia

actual lo hace

notorio. En

ese

entonces

las

relaciones

entre

gmpos sociales

eran

más

cercanas y el repertorio de identidades

más

definido.

En

efecto, las

grandes

familias,

la oligarquía,

eran

el

centro

de la

vida

ocia!

y

stt influencia

se ejercía

como

en

círculos

concé ntricos

cada ez más

amplios. Sus ideas, emociones y

compor–

tamientos rendían

a ser adoptados por

otros

grupos sociales. e sabía más quién

era

el uno y quién el

otro. Por un

lado

estaban los

señores,

los aspirantes y los

ahijados; por el

otro

los rebe ldes y

marginados.

Hoy

tanto

la

es tructttra

de clases

como

su correlato

subjetivo

-el

repertorio

de

identidades con

el q11e las personas se

clasifican

entre

sí-

carecen

de la

transparencia

y generalidad propia de

ana

sociedad

con

fiierre

características

coloniales y estamentales tal

como

el

caso

de

Lima

hasta 1950.

Así, por

ejemplo, en

tma enette ta

efectuada en

un

colegio

popular en

La

Victoria

se pudo comprobar

q11e aunque la mayoría afirme la

l

existencia

de prejuicios sociales ya

no

hay

ima teoría general

y simple

qtte

los

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