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Sil
difuso
y
peligroso tratamiento no me corresponde
;111ttlizarlo
por .lhora. :Me
li1riitaré
pues, a decir; «que ni
;i
esos
escritores,
ni a esos que han usurpado el nombre
de
Pueblo
<fo
rnz
¡níblica
u
órganos
de ella,
los reconozco
por
.l
tH•ces en nuestras c:msas, ni les concedo parte i1lgu–
n:1
legal
en
lll
cucstion que me ocupa.
Los
recuso, por–
<¡
ue no los conozco, ni se
ch•jan
conocer.
Tampoco reconozco por .Jueces a Jos suscritorcs de esas
actas
provinciales
J
c:inlonalcs ,
en la parle que se avan–
zan a
f;dl<tr
sobre
nuestros derechos
civiles;
porque si ta–
k•s
actas
pueden lrncr
valor
sohrc las cu estiones
y
dere–
chos
pofüicos
que interesan a nn
corlo
número de ciuda–
danos, no lo
l
iencn
sobre
los
civifos
que
i
nlcresan
a todas
L:is clases e
iudividuos
de la
.SociecLul,
y
rnucho menos so–
bre
hechos legalmente consumados que
ya
han creado
derechos indestructibles por uingun poder.
Las
cuestiones
sobre
propiedad
no
son
Sr. Ministro co–
rno oln1s
politicas
<¡ue se votan poi·
<1da1nacion, en
la que
Pl
sentiniiento
)~
la
pasion iutluFn rrws qu e el raciocinio;
e
i11frliccs
de los pueblos
en que esto
suceda con
fre–
cuencia, porque rara
n'z
se ha
votado
una medida por
aclama cion que
ni
fin no h[l,Víl sido fune sta. Aun los
tira-·
nos salt>11 garantes de lo que
lwccn; los
puelos o reunio–
nes populi\rcs, nunca; )'
la vcrdader:.i
garantía
de los ci u–
d ~t<lclnos,
dice
Const<rnl,
no está solo en que los Gobier–
nos no puedan sobrPponcrsc a ella , sino en que no haJa
poder alguno sobre la
tierra en
cuya
focuharl
esté
el vio–
larla: o en otros tórminos, ((que
hasta la
soberanía es li–
mitada,
y
que hai derechos que ni
el
soberano lnisrno, ni
sns del egados pueden alentar, porque en
la
tierra
ya
no
se conoce un poder ilimitado,
incluso el de
la misma lci.
n
Si pues, ni el
7meblo soberano
¡mcdc tratar co1no
cnlpahl i
1