.xxvm
n
1
s e u
R
s o
multitud de exemplos que :pueden deducirse de los autores citados en este
discurso; y es una difitl'lltad nueva que conviene no perder de vista.
1
3 Se podrán distinguir tambien las equivocaciones de aquellos etimo–
logistas que derivan algunas palabras de la lengua hebrea, que nunca fue
lengua corriente
y
viva en España, siendo verdaderamente arabes en su
origen
ó
comunes de ambas lenguas)'sabiendose que los judios usaban en el
Oriente, Africa y España de la escritura
~rabe
para trasladar sus propios li–
bros por corresponder entre
?Í
el
valor
y
potestad de las letras de ambos al·
fabetos. Los christianos ·en Oriente suelen escribir
el
arabe en caracteres
Siriacos.
I
4
Las lenguas menos reciben las palabras por los libros-que por
d
tra–
to, dominacion , cercanía
y
contratacim.:i reciproca.
15
De .aquí es natural inferir que las palabrns 'comunes
al
arabe
y
-al
hebreo vinieron á nuestra lengua ·directamente del arabe, que fue
usual en España por largo tiempo : asi como las etimologías del griego
nos han venido en la mayor parte m ezcladas con
la
lengua latina. L as vo–
ces puramente africanas, ·como
alcuzcuz , b.abzzcha
,
borcegui, tqfilete
las
han traido los moros, que 'Se confundieron con los arabes especialmente
desde que los Almorabides destruyeron en Occidente
el
Califado,
y
pasa–
ron desde Africa con ·sus exercitos
á
la península. Son tambien africanas
muchas voces de pueblos
y
apelli·dos de gentes que de aquellas partes vi–
nieron
á
establecerse en nuestros paises.
1
6
Estas observaciones historicas
y
criticas nos t:onducirán seguramen·
te á discernir los orígenes de nuestra lengua confrontando con diligencia
las palabras españolas con las arabes
y
africanas escritas en sus propios ca–
racteres, cuya comparaciones mas facil de hacer con la publicacion y ma–
nejo del diccionario,
y
la lectura de los monumentos antiguos.
I
7
Algunos vocablos arabes en que las letras no disonaban de nuestro
·alfabeto se conservan sin corrupcion
ni
ttasmutacion alguna sustancial.
1
8.
En otros,
ó
por unirse dos palabras,
ó
porque la pronunciacion espa·
ñola ha variado desde que fueron adoptados en
el
castellano, es necesaria
mayor diligencia
y
perspicacia para adarar la etimología arabe en cuyo
idioma es mas constante la pronunciacion,
y
ha recibido menores varia–
ciones la ortografia.
1
9
En los nombres de Jos pueblos, ríos, montes
y
otras palabras geogra–
ficas, de que presentamos al pie por via de exemplo una lista
(35),
com–
pro-
de D .Gregorio Mayans, en c¡ue trata de las re–
.glas que conviene
observ~n
los que se dedican
al estudio de las etimologías de
la
lengua cas–
tellana.
(~S)
Lo5 nombres geograficos reciben de
la
et1mologí~mayor
esclarecimiento
é
interesan
mas nuestra curiosidad ; pudiendo afirmarse
que al darseles su nombre en arabe tuvieron los
moros algun particular motivo para alterarle
ó
ponersele de nuevo ,
ó
para corromper
el
anti·
gno que usaban los cspa·ñoles.
De aqui dimanan tres diferencias principa–
les que ha de tener
á
la vista el que trabajare
sobre la etimología de los nombres geografi.
cos de España us2dos despues de la irrupcion
de los arabes en la península.
Vamos
á
dar algunos exemplos para que
esta doctrina etimologica se haga mas percepti–
ble
á
los que de inrento se dedicaren
á
investi–
gar el origen y fundacion de los pueblos anti–
guos© de la media edad.
El estudio de esta segunda epoca es el mas
di-