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1

s e u

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s o

multitud de exemplos que :pueden deducirse de los autores citados en este

discurso; y es una difitl'lltad nueva que conviene no perder de vista.

1

3 Se podrán distinguir tambien las equivocaciones de aquellos etimo–

logistas que derivan algunas palabras de la lengua hebrea, que nunca fue

lengua corriente

y

viva en España, siendo verdaderamente arabes en su

origen

ó

comunes de ambas lenguas)'sabiendose que los judios usaban en el

Oriente, Africa y España de la escritura

~rabe

para trasladar sus propios li–

bros por corresponder entre

el

valor

y

potestad de las letras de ambos al·

fabetos. Los christianos ·en Oriente suelen escribir

el

arabe en caracteres

Siriacos.

I

4

Las lenguas menos reciben las palabras por los libros-que por

d

tra–

to, dominacion , cercanía

y

contratacim.:i reciproca.

15

De .aquí es natural inferir que las palabrns 'comunes

al

arabe

y

-al

hebreo vinieron á nuestra lengua ·directamente del arabe, que fue

usual en España por largo tiempo : asi como las etimologías del griego

nos han venido en la mayor parte m ezcladas con

la

lengua latina. L as vo–

ces puramente africanas, ·como

alcuzcuz , b.abzzcha

,

borcegui, tqfilete

las

han traido los moros, que 'Se confundieron con los arabes especialmente

desde que los Almorabides destruyeron en Occidente

el

Califado,

y

pasa–

ron desde Africa con ·sus exercitos

á

la península. Son tambien africanas

muchas voces de pueblos

y

apelli·dos de gentes que de aquellas partes vi–

nieron

á

establecerse en nuestros paises.

1

6

Estas observaciones historicas

y

criticas nos t:onducirán seguramen·

te á discernir los orígenes de nuestra lengua confrontando con diligencia

las palabras españolas con las arabes

y

africanas escritas en sus propios ca–

racteres, cuya comparaciones mas facil de hacer con la publicacion y ma–

nejo del diccionario,

y

la lectura de los monumentos antiguos.

I

7

Algunos vocablos arabes en que las letras no disonaban de nuestro

·alfabeto se conservan sin corrupcion

ni

ttasmutacion alguna sustancial.

1

8.

En otros,

ó

por unirse dos palabras,

ó

porque la pronunciacion espa·

ñola ha variado desde que fueron adoptados en

el

castellano, es necesaria

mayor diligencia

y

perspicacia para adarar la etimología arabe en cuyo

idioma es mas constante la pronunciacion,

y

ha recibido menores varia–

ciones la ortografia.

1

9

En los nombres de Jos pueblos, ríos, montes

y

otras palabras geogra–

ficas, de que presentamos al pie por via de exemplo una lista

(35),

com–

pro-

de D .Gregorio Mayans, en c¡ue trata de las re–

.glas que conviene

observ~n

los que se dedican

al estudio de las etimologías de

la

lengua cas–

tellana.

(~S)

Lo5 nombres geograficos reciben de

la

et1mologí~mayor

esclarecimiento

é

interesan

mas nuestra curiosidad ; pudiendo afirmarse

que al darseles su nombre en arabe tuvieron los

moros algun particular motivo para alterarle

ó

ponersele de nuevo ,

ó

para corromper

el

anti·

gno que usaban los cspa·ñoles.

De aqui dimanan tres diferencias principa–

les que ha de tener

á

la vista el que trabajare

sobre la etimología de los nombres geografi.

cos de España us2dos despues de la irrupcion

de los arabes en la península.

Vamos

á

dar algunos exemplos para que

esta doctrina etimologica se haga mas percepti–

ble

á

los que de inrento se dedicaren

á

investi–

gar el origen y fundacion de los pueblos anti–

guos© de la media edad.

El estudio de esta segunda epoca es el mas

di-