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Discurso III.

tro espíritu una semeja~za divina ; pero las

caia1

das que_le abaten , le hacen ver que es

un

pe–

dazo

de tierra. Verémos

en

el presente

Discur–

so , en_que

se

continúa la materia del antece–

_dente,

en quántos abismos precipitó

al

enter{-

dimiento

humano

el

querer

da_r ·.razon

de es–

te gobierno ,

y

las ·coriseqüencias que

a

la re–

ligion

resultaron .de

estqs

princi

píos :_ conse–

güencias que alguno~ sectarios

juzgaron

C<?m\!'"

patibles con

el

Evangelio. Para mayor

clari–

dad tratarémos primero de la Divina M.onar–

quía en gerieral ,

y

despues de los particula–

res sistemas

f

armados en este asunto por

los

Fi–

lósofos.

ARTICULO

I.

Monarquía

Di7.Jina.

L .

§.

L

2

~

a misma razon natural, que

demuestra·

.al hombre la existencia de un Supremo Ser,

una

suprema

inteligencia '

y

potestad infinita,

.Jo demuestra

igualmente

único sin

dependencia

de otro ,

y

sin igual. Si

dependiera

de

otro,

no.

fuera Dios : lo sería , sin duda , aquel de

quien

decía ,

ó

tenia

dependencia. Si tuviera

igual,

no