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no es menos cierto que siempre es duro tener que dictarlas,

y

mucho mas cuando pasan los límites de prevenir

y

llegan á

consumarse, violando todos los principios de humanidad

y

de

la civilizacion.

Lo que procedía hacerse con los prisioneros de Quinteros,

lo

legítimo y verdaderamente democrático, hubiera

sido

entregarlos

á

los jueces para que estos, despues de juzgar–

los, los condenaran ó absolviesen segun el delito ó no delito,

que hubieran cometido.

Fuera de este hecho antipolítico é inhumano, esplicable

únicamente por la época

y

las pasiones violentas en que se

vivía, y si bien en los primeros tiempos no brilló por su

moralidad la administracion del Sr. Pereyra, no se puede

negar que despues

fué una administracion bastante regu–

lar, debido, en gran parte ó en todo, á la participacion que

tuvieron en ella los hombres del partido blanco,

y

durante

ella se preparó la administracion de D. Bernardo Berro, su–

cesor de la Presidencia del Sr. Pereyra, y el gobierno que

ha hecho política mas elevada en la República, cuya admi–

nistracion se conserva aún en la imaginacion popular con–

siderada como una leyenda patriótica por su ejemplarísima

moral y honradez.

Sin embargo, como ya lo hemos dicho en el capítulo de

dntroduccion», fué al que se le hizo por el partido colorado

la revolucion mas criminal, pues se produjo en alianza con

una nacion estrangera, el Imperio del Brasil, cuyo hecho,

como todos los que han tenido lugar por esta nacion con–

tra nuestra patria, debemos hoy, que se ha constituido en

república, repudiando de su seno aquel gobierno que tan

funesto fué para algunas repúblicas sud-americanas, echarlos

en completo olvido, relegándolos á la historia y estrechar–

les la mano á nuestros hermanos los brasileros republicanos,

en prueba de la nueva era de fraternidad que se abre en–

tre los dos pueblos.

Terminado el periodo de la presidencia, el Sr. Berro entregó

el mando á D. Atanasio Aguirre, Presidente del Senado, quien

á su vez, al concluir su mandato, hizo entrega de la presiden–

cia

á

D. Tomás Villalba, nuevo Presidente del Senado, el cual

pactó con Flores y los brasileros, entregando á discrecion la

plaza de Montevideo, sitiada á la sazon por las fuerzas que