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En efecto, los nacionalistas, inclusive

D.

Bernardo Berro

solo pretendian derrocar al gobierno con la menor efusion

posible de sangre, y los conservadores no querian otra cosa

que la muerte de aquel caudillo, que les hacia sombra á sus

aspiraciones, no importándoles la efusion de sangre, como lo

demostraron en el hecho de la Mina, dirigida por D. Eduardo

Bertrand y el Ingeniero Pablo Neumayer, cuyo propósito era

hacer volar el fuerte con el General Flores y todos los que

cayeran con él.

Producida la revolucion por el Sr. Berro, es probable que los

conservadores, que estaban al corriente de aquella revolucion,

aprovecharan la oportunidad para suprimir á su enemigo y

luego, como 'lo hicieron, echarle la culpa á aquellos de su

muerte.

Fuera como fuese y dejando su aclaracion al tiempo, el he–

cho fué que adueñados del poder colorados y conservadores

se ensañaron de la manera mas cruel y bárbara contra sus

enemigos los nacionalistas, matando sin piedad á los que ha–

bian tomado parte en la revolucion fracasada, y á los que se

encontraban completamente inocentes, que hasta ignoraban

que se hubiera perpetrado; agravándose, por momentos, como

era consiguiente, la situacion insoportable del pais.

El primer presidente que sucedió al General Flores fué el

General D. Lorenzo Batlle, que, como lo hemos visto en el

relato de este libro, siguió las huellas de su antecesor, dando

lugar con su vituperable conducta á que el Partido Nacional

se viera obligado á buscar por las armas lo que no hubiera en–

contrado nunca por los medios pacíficos y legales.

Pero la revolucion del 70, podemos decirlo con orgullo

por la parte que nos toca, marcó una época nueva en

nuestro país, con su ejemplarísima conducta, suavizando las

pasiones feroces de otros tiempos, haciendo mas tolerable

el odio partidista y humanizando la guerra hasta donde es

posible humanizarse.

Antes de esta época en la república los partidos habíanse

mostrado crueles en sus contiendas, no dándose cuartel

ni

en la guerra ni en la paz, demostrando en sus querellas,

mas que la pasion política, sus ódios y resentimientos per–

sonales.

Nos es doloroso tener que consignarlo; pero hasta el mis–

mo partido Nacional, no obstante sus bellas prácticas en el