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comandaban estos, despues de haber bombardeado y tomado

á

Paysandú.

Entregado Montevideo, el General Flores se posesionó del

mando dictatorialmente y se produce, casi inmediatamente, la

guerra de la Triple Alianza contra la República del Paraguay;

guerra inícua, que, so-pretesto de voltear un tirano, inmiscu–

yéndose en las cuestiones internas de un pais, sin derecho ni

razon, sojuzgan á un pueblo, digno de otra suerte, ensangren–

tando y destruyendo sus campos y ciudades, degradando á la

sociedad y hundiendo el progreso y la civilizacion en la noche

oscura de los tiempos mas remotos.

Si de algo sirvió esta guerra para las repúblicas Oriental y

Argentina, fué únicamente para demostrar el val·or de sus hijos

en los combates y la abnegacion en el sufrimiento.

El que indudablemente sacó provecho de la destruccion del

Paraguay, fué el Brasil, que aniquiló á tres pueblos, creó glo–

rias nacionales, se deshizo del mal elemento social que consti–

tuia un peligro para la estabilidad del imperio, y su política

preponderó en la América del Sur.

¿Cual era el gobierno, mientras tanto, que se hacia en la Re–

pública Oriental?

Ya lo hemos dicho en otras páginas de este libro. .

Flores, sin ser personalmente malo no pudo impedir que sus

parciales erigiesen en su administracion el asesinato político

como sistema de gobierno,--y el desfalco de los dineros públicos,

lo negocios leoninos y las persecuciones mas odiosas, fu eron los

puntos salientes de aquella situacion, que empezando por las

razzias

que se hacían en todas partes, de los ciudadanos que no

simpatizaban con aquel órden de cosas para enviarlos á la fuerza

de contingentes

á

la guerra del P araguay, concluyó por

perseguir de todas maneras

á

los nacionalistas, dando lugar al

fin por producirse la mayor emigracion de orientales que se co–

noce en los anales turbulentos de nuestra historia.

El 19 de Febrero de 1868, es asesinado el General F lores en

las calles de Montevideo, siendo hasta ahora un misterio para

la generalidad, quienes fueron los autores de aquel censurable

hecho; pues conjuntamente, obrando cada cual con miras dis–

tintas, se incubaban dos revoluciones, iniciada una por miem–

bros del partido Nacional

á

cuyo frente estaba D. Bernardo

Berro, y la otra por los Conservadores, dirigida por los Gene–

rales Caraballo y Suarez.