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E sa misma noche supe que Aparicio con todas sus fuerzas estaba acam–
pado de este lado de Tacuarembó en el Arroyo del Sauce, bajo un temporal
espantoso, me puse en marcha sobre él desprendiendo
á
vanguardia al Co–
mandante Escobar-Aparicio apenas me
sintió repasó Tacuarembó Grande
á
trote y galope; marché siempre sobre él
y
cuando quise perseguirlo por el
mismo rumbo, ya Tacuarembó no daba paso; tomé entonces rumbo al pueblo
de Tacuarembó y paré enfrente de la balsa y pasé sucesivamente cinco arro–
yos á
nado, hasta las puntas de
los Corrales, á
legua
y media
de
la
Frontera del Hrasil, donde volví á alcanzar
á
Aparicio bajo otro temporal
espantoso,-se puso en march a,
repasó unn
vez mas Tacuarembó
á
nado ,
perdiendo gran número de hombres y caballadas; decidí entonces desprender
al Coronel Coronado
con mil hombres mas ó menos quedándome yo con
600,
dando órdenes á aquel J efe para que lomase
la cuchilla y fuese á salir
al Arapey, situándose en
las puntas de
este arroyo y del Queguay; y allí
montase sus fuerzas y
reniese todas las caballadas
que fuese posible, mien–
tras que yo volvia á repasar
los arroyos y seguia á Aparicio en el rumbo
que llevase.
• Esta operacion no podia sino dar l os mejores resultados, si se ejecutaba
fielmente; pero desgraciadamente
el Coronel Coronado, en vez de ejecutarla,
se fué h asta la frontera del Brasil, rumbo opuesto
al que yo le habia indi–
cado y pasó hasta Santa Ana do Libramento á visitar y conferenciar con sus
amigos, permaneciendo allí tres dias y pasando
luego h·asta
la estancia del
Marqués Osario.
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Desde allí todavia desprendió una parte de la division de Paysandú con
rumbos á San Eugenio, á las órdenes del Mayor Suarez, c:m mas otra parte
de la division Salto á órdenes del Comandante Frenedoso-y desprendió tam–
bien el resto de la misma division Arapey abajo hasta Santa Rosa, de suerte
que despues de h aber repasado yo todos los arroyos á nado, vine á salir ade–
lante y me encontré con que la Division de
1000
hombres con que habia des·
prendido
al
Coronel Coronado, se
había reducido al batallan Santa Rosa de
ciento y tantos hombres y unos cincuenta
y
tantos ginetes.
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Ademas, en vez de encontrar caballadas me encontré mas á pié que nunca.
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Dígase ahora si con jefes que ejecutan de ese modo las órdenes de su
General puede responderse con resultados á los esfuerzos mas leales y mejor
combinados.
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A sí mismo me dirijí al Salto, á cuya ciudad sitiaba Aparicio, caminando
desde el D ayman toda la noche hasta ponerme
á
tres leguas de aquella ciudad.
En esta marcha la infanteria marchó á pié como pueden atestiguarlo sus jefes.
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El Coronel Coronado volvió á salir para reunir las fuerzas que él mismo
h abia licenciado y dispersado,
y
en vez de efectuarlo así,
tomó un carruaje
en el Salto y se fué para Santa Rosa.
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Del Salto, Aparicio marchó violentamente para Paysandú y aunque redu–
cida mis fuerzas
á
poco mas de
600
hombre
y tan mal de caballos por la
desobediencia de Coronado, marché tambien sobre Paysandú haciendo
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uas en dos días.