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bien, porque, como ya lo hemos dicho, la revolucion era impo–
tente para luchar contra el Gobierno, no obstante el valor de sus
jefes
y
la abnegacion de sus soldados, pues el Gobierno au–
mentaba cada dia sus filas con mercenarios enganchados, sien–
do á la vez este impotente para vencer á aquella debido al
valor y á la práctica del General Aparicio, y las condiciones
topográficas especiales de nuestro territorio, que se presta
admirablemente para esta clase de guerra. (1)
Y como era lóg ico que sucediera, el país sufria estraordina–
riamente .con la prosecucion de la guerra, contribuyendo pode–
rosamente el gobierno de Batlle cun los nuevos impuestos con
que gravaba al pueblo y los empréstitos que realizaba para
poder sostener á los enganchados, que como una esponja in–
comensurable absorbían por todos sus poros los escuálidos
recursos del erario público, debilitado ya enormemente por los
negocios leoninos y la esplotacion de sus directores.
Véase lo que á propósito de esta situacion decia
El Siglo,
diario mas bien gubernista que r evolucionario, en una de sus
revistas quincenales del mes de Setiembre:
>
Puede calcularse, pues, que la revolucion tiene una vez mas en armas en
todo el país 4000
á
4500 hombres, y que con esos elementos, dado el aba–
timiento del espiritu público y la ineptitud y el desprestigio del Gobierno,
puede prolongar la guerra por lo menos hasta Marzo del año próximo, en
cuya época cesa en sus funciones presidenciales el General Batlle, y pueden
presentarse conflictos que favorezcan el movimiento revolucionario.
~
No es posible trasmitir informes mas halagüeños al lector estrangero. La
reaccion mas que nunca está impotente para triunfar, pero tambien cada dia
se hace mas general el convencimiento de que encuentra en la situacion gene–
ral del país y en la especialidad de nuestros elementos de guerra, los medios
de prolongar indefinidamente esta situacion desastrosa.
»
Como no podía dejar de ser, la guerra va tomando cada dia caractéres
mas alarmantes y ruinosos. Se cometen escenas de todo género en la infeliz
campaña, presa desde h ace año y medio de una guerra desoladora.
(1) E ra tal el número de los mercenarios enganchados que tenia el Gobierno
á
su servicio,
que segun una carta que tenemos
á
la vista escrita por un partidario de él, asómbrase de la can·
tidad que existian en el ejército, diciendo que para cada oriental que
allí
babia, se encontraban
diez estrangeros,
y
que mas que ejército oriental el del
~Gobierno,
parecia un ejército de napoli·
ta.nos.
Y agrega: tan es así, que recorriendo el jcampamento usted no oye,
sino :-Quien cumanda
questa
cttnif>anz"a?-Yo
cunzando questa cu11ipania1, etc etc.
Ni
una
palabra!en nuestro
idioma.
Y entrando luego
á
censurar la adulacion servil
al
estrangero de sus correligionarios, citaba el
caso de un Comandante, ganchi-político
y
aficionado
á
las libacione.' del Dios Baco, que por donde
quiera que pasaba con su escuadran, habiendo estrangeros, lo hacia haceralto, diciendo
á
gritos:–
soldados/ saluden al estrangero.