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Del Fraile Muerto y de los Conventos respectivamente, re–

trocedieron las fue rzas del Gobierno para eJ Durazno, donde

se les incorporó el Coronel Ordoñez, Mi nistro de la Guerra,

llegado allí en esos días.

Mientras tanto el General Borges que había vadeado el Río

Negro á fin es de

J

uniG pasando inmediatamente para su estan–

cia de Paysandú, en cuyo punto se entr etuvo algun tiempo ha–

ciéndoles borrar las mar cas á las hacie ndas robadas que había

hecho conducir á su establ ecimiento, y marcando las

orejanas,

emprendió marcha en los primeros días de Octubre con direc–

cion á Santa Ana, r etro cediendo luego hasta llegar á las sierras

de Batoví, encontrándose su vanguardia mandada por los

Coroneles Escobar

y

Coronado, al llegar á la cuchilla del Agua–

rá, con la vanguardia del ej ército revolucionario, bajo las ór–

denes del Coronel Valdez.

Inmediatamente que este j efe avistó al enemigo, envió chas–

ques al General Aparicio, que se encontraba en la sierra de

Gutierrez con unos mil hombres escasos, quien le ordenó se

reconcentrase hácia su campo, guerrillándose en retirada. Así

lo hizo el Coronel Valdez, escopeteándose con el enemigo un

largo trecho, haciéndose bajas mutuamente, hasta que el Ge–

neral Aparicio, con sus escuadrones escalonados, le salió al

encuentro; bastando este simulacro de ataque para que la van–

guardia de Borges,

y

este mismo que venia en su proteccion

dieran en seguida media vuelta y emprendiesen la retirada poco

mas que al trote, tomando direccion al pueblo de Tacuarem–

bó, sin que se le pudiera hacer una persecucion formal debido

á que ya la noche cubría con su sombra todos los objetos. (1)

P or demás está decir, que dada la conducta pésima del Gobierno de Batlle y, tambien, el

proceder del General Castro en los asuntos de Manantiales, nadie creyó en las promesas y

garantias que ofrecia el jefe de un ejército de mercenarios, causando, por el contrario, un

malísimo efecto su proclama por las acusaciones que en ella hacia

{1

todos los habitantes del

departamento, que, como buenos patricios, le prestaron decididamente su apoyo

á

la revolucion

basta el último momento, con sus personas

y

con sus intereses .

Tambien solamente al

Gener~

Castro se le podia haber ocurrido ir

á

proclamar

á

los ha–

bitantes de Cerro L argo, enemigos intra nsigentes de los gobiernos inmorales como el que

él

sostenía!

(1) Entre tanto, el

canario

Borges, como generalmente se le llamaba

á

aquel General, tuvo

el cinismo de escribir la carta que copiamos en seguida, en la cual, segun se verá, adjudícase,

muy suelto de cuerpo, varios triunfos, que ni siquiera tuvo probabilidades de efectuar. Tam–

bien habla en esa carta de infinidad de crímenes cometidos por los revolucionarios, que son

completamente falsos, dando lugar á suponer, que si ellos se efectuaron, como parece serlo

asi, habrán sido cometidoi por el mismo acusador, sucediendo aquí lo que pasó muchas veces