82 -
Del Fraile Muerto y de los Conventos respectivamente, re–
trocedieron las fue rzas del Gobierno para eJ Durazno, donde
se les incorporó el Coronel Ordoñez, Mi nistro de la Guerra,
llegado allí en esos días.
Mientras tanto el General Borges que había vadeado el Río
Negro á fin es de
J
uniG pasando inmediatamente para su estan–
cia de Paysandú, en cuyo punto se entr etuvo algun tiempo ha–
ciéndoles borrar las mar cas á las hacie ndas robadas que había
hecho conducir á su establ ecimiento, y marcando las
orejanas,
emprendió marcha en los primeros días de Octubre con direc–
cion á Santa Ana, r etro cediendo luego hasta llegar á las sierras
de Batoví, encontrándose su vanguardia mandada por los
Coroneles Escobar
y
Coronado, al llegar á la cuchilla del Agua–
rá, con la vanguardia del ej ército revolucionario, bajo las ór–
denes del Coronel Valdez.
Inmediatamente que este j efe avistó al enemigo, envió chas–
ques al General Aparicio, que se encontraba en la sierra de
Gutierrez con unos mil hombres escasos, quien le ordenó se
reconcentrase hácia su campo, guerrillándose en retirada. Así
lo hizo el Coronel Valdez, escopeteándose con el enemigo un
largo trecho, haciéndose bajas mutuamente, hasta que el Ge–
neral Aparicio, con sus escuadrones escalonados, le salió al
encuentro; bastando este simulacro de ataque para que la van–
guardia de Borges,
y
este mismo que venia en su proteccion
dieran en seguida media vuelta y emprendiesen la retirada poco
mas que al trote, tomando direccion al pueblo de Tacuarem–
bó, sin que se le pudiera hacer una persecucion formal debido
á que ya la noche cubría con su sombra todos los objetos. (1)
P or demás está decir, que dada la conducta pésima del Gobierno de Batlle y, tambien, el
proceder del General Castro en los asuntos de Manantiales, nadie creyó en las promesas y
garantias que ofrecia el jefe de un ejército de mercenarios, causando, por el contrario, un
malísimo efecto su proclama por las acusaciones que en ella hacia
{1
todos los habitantes del
departamento, que, como buenos patricios, le prestaron decididamente su apoyo
á
la revolucion
basta el último momento, con sus personas
y
con sus intereses .
Tambien solamente al
Gener~
Castro se le podia haber ocurrido ir
á
proclamar
á
los ha–
bitantes de Cerro L argo, enemigos intra nsigentes de los gobiernos inmorales como el que
él
sostenía!
(1) Entre tanto, el
canario
Borges, como generalmente se le llamaba
á
aquel General, tuvo
el cinismo de escribir la carta que copiamos en seguida, en la cual, segun se verá, adjudícase,
muy suelto de cuerpo, varios triunfos, que ni siquiera tuvo probabilidades de efectuar. Tam–
bien habla en esa carta de infinidad de crímenes cometidos por los revolucionarios, que son
completamente falsos, dando lugar á suponer, que si ellos se efectuaron, como parece serlo
asi, habrán sido cometidoi por el mismo acusador, sucediendo aquí lo que pasó muchas veces