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Desp ues de este hecho, siguió s u marcha el General Apari–
cio, cruzando sierras y vadeando infinidad de a rroyos crecidos,
siendo apenas perseguido y guerrillándose constantem ente hasta
el dia 4 de Noviembre que se presentó en el pueblo del Salto
atacando la p laza sin conseguir t omarla,pasando lu ego á Paysan–
dú donde verificó la misma operacion con igual r es ultado, te–
ni endo lugar en ese ínter un encuentro entr e la vanguardia de
Aparicio á las órden es del Cor onel Salvañach y
l ~
vang ua rdia
de Borges al mando del Coronel Genuario Gonzal ez.
De Paysandú pasó al Sud del Rio Negro el ej é rcito revolu–
cionario, incorporándose allí el General Muniz y encontrándose
con el General Castro en el departamento de Cerro Largo,
tiroteándose fuertemente ambos ej ércitos y siendo perseguido
tenazmente el d el gobiern o hasta las sierras de San Juan, fir –
mándose á los pocos dias el armi sticio decr et ado en Buenos
Aires por los comisionados de la paz cuyas n egociaciones,
como lo ver emos en el capítulo correspondiente, se habían
iniciado entonces con tan feliz éxito q ue t ermin aron con la
completa pacificacion.
Desde este momento hasta la paz, los dos ej ércitos concre–
taron sus operaciones á mudar de campamento y r eunir las
fuerzas que andaban operando por toda la República.
Para complemento de est a crónica r especto de las operacio–
nes sucesivas verificadas desde el encuentro con el General
Borges en Batoví, y para conocer con exactitud la marcha del
durante el sitio grande de
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Iontevidco, que cometían asesinatos los de
la plaza
y
luego, con
toda premeditacion
y
audacia, Je colgaban el San B enito á las tropas sitiadoras.
La única muerte de las varias que cita el General Borges, que se consumó por los revolucio·
narios, lué Ja del pobre Adolfo A men, pariente del autor de esta obra;
y
esta misma se pro–
dujo en ciertas condiciones que no Je hace deshonor alguno
á
la revolucion.
Amen
fué
tomado preso con un Sr. Escayola, viniendo del pueblo de Tacuarembó, por existir
sospechas que regresaban del campo enemigo. Const•tado el hecho de que había eslado en e
ejército del Gobierno, pero
~olamcntc
como proveedor de él,
ó
negociando como vivandero, se
resolvió no hacerle nada, manteniéndolo preso, sin embargo, por via de prccaucion ; enviándolo
en ese
carácter
á
Ja
guardia de prevcncion. En marcha
el
ejército para mudar campo,
á
Amen,
cuyo destino, s i es que existe, seria morir ese dia,
se
le ocurrió huir de
la
prision, aprovechando
un descuido de sus guardianes
y
creyendo fatalmente
que le
seria sumamente
fácil
conseguir su
objeto por las condicione s superiores del caballo que montaba, pues se trataba de un parejero,
aunque nadie por su mal estado, hubiera sospechado semejante cosa. Pero todavía no babia
disparado dos uadras, cuando
fué
boleado
su caballo porlos milicos que
lo
vcnian costudiando,
y lanceado
él
en
el acto
sin
que ningun jefe
tuviera tiempo
de
venir
á
defenderlo.
Esto es la verda d de lo que sucedió.
i nt> fuera asi, lo diñamos igualmente, con la misma fran·
qucza que hemos
u~ado
para condenar algunas muertes injustas que se hicieron durante la revo–
lucion y de que ya tienen conocimiento nuestros lectores.
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