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locándolos al rededor de los pequeños fogones que se podian
encender. Entre estos últimos podemos citar al conocido pro–
curador Piñeiro,ya fallecido, al cual se le quemaron las pantorri–
llas para volverle el calor, y el moreno Federico Sierra, que
perdió dos dedos d e un pié, tostados en el fuego.
Entre las pérdidas que sufrieron los revolucionarios en la
batalla de Manantiales se encontraba la balija del General Apa–
ricio conteniendo algunos documentos y cartas de la revolu–
cion, que cayó tambien en poder del enemigo. Felizmente los
documentos hallados no eran de gran importancia. Sin embar–
go, el gobierno de Batlle hizo gran atmósfera con ellos, hablan–
do de complicaciones internacionales y de otras
yerbas,
cuando
nunca hubo tal cosa sino en la mente de ellos, como así lo de–
muestran las mismas cartas que entonces se publicaron, dand0
lugar á discusiones y rectificaciones inte resantes. Para que
nuestros lectores se informen de lo que trataban aquellos do–
cumentos, trascribímoslos con las rectificaciones y discusio–
nes á que di eron lugar, despues de las cartas de los doctores
Herrera y Ramirez, etc., que hemos prometido insertar al final
de este capítulo; reproduciendo tambien, á la conclusion, para
completar esta coleccion de documentos, otras cartas que fue–
ron tomadas posteriormente á los r evolucionarios y que espli–
can un incidente que tuvo lugar entre el General Benitez y el
Coronel Salvañach, dando motivo á la expatriacion del primero.
Despues del desastre sufrido por los nacionalistas en el <cho–
que de ejércitos», como alguien ha dicho de la batalla de Ma–
nantiales, nadia creia, no digamos ya que pudiera triunfar la
revolucion, sino que lograra sostenerse en el territorio de la Re–
pública. Y nada diremos del enemigo, que ademas de afirmar
en los documentos oficiales que había terminado la r evolucion
festejaron el triunfo de la derrota' de Manantiales en ese carác–
ter, asegurando por todas partes que la guerra había conclui–
do, pues, segun sus cálculos, los r evolucionarios no podrían
rehacerse jamás.
Sin embargo, contra la opinion general, la revolucion se re–
hizo, y si bien no logró presentarse como en sus primeros
momentos, sino hizo concebir t ampoco la esperanza de que
pudiera triunfar del Gobierno, demostró al menos que este
seria impotente para vencerla.
Es verdad que el fracaso habia sido inmenso¡ que se habían
debilitado extraordinariamente las fuerzas revolucionarias con