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Coroneles Manuel Lopez, N. Ocampos, Guruchaga, Machado, Pereira, Arrue
y porcion de otros jefes y oficiales cuyos nombres no se han podido averi_
guar y como
280
individuos de tropa, eu
~u
mayor parte infantes. Tambien
se les tomaron
2
59 prisioneros entre los cuales figuran algunos jefes
y
oficiales.
Por nuestra parte solo tenemos que lamentar al Sr. T eniente Coronel don
Eduardo V azquez, h erido en una mano levemente al lomar las posiciones enemigas,
donde estaban atrincherados, 5 oficiales muertos, 5 heridos, 49 muertos de tropa.
y 52 entre heridos y contusos.
• Ei!:mo
~eñor:
la jornada del 17 del corriente es uno de los hechos mas
gloriosos de la actual guerra, pues el ejército del enemigo aparte de las pér–
didas materiales que h a esperimentado, h a sido completamente disperso;
y
me atrevo
a
asegurar á V . E. que el triunfo no puede haber sido mas favo–
rable por nuestra parte por las pocas pérdidas que ha sufrido el ejérc:ito
á
órdenes de V. E.
»
El armamento, municiones
y
demás tropas tomadas al enemigo en la
batalla de San Juan, lo encontrará V. E. consignado en las relaciones adjuntas.
>
Los cuerpos tanto de infanteria como de artilleria
y
caballeria que toma–
ron parle en la batalla del 17 h an rivalizado en pruebas de valor y patrio–
tismo, por cuya razon no me es permitido hacer mencion especial de ninguno
de ellos. Todos son acreedores á la estimacion
y
aprecio de V. E.
>
Al felicitar á V. E. por el espléndido
y
decisivo triunfo obtenido en los
campos de San Juan, permitame V . E. que le recomiende muy encarecida–
mente á todos los señores jefes, oficiales y tropa del ejército del Gobierno
por la brillante comportacion que observaron durante el combate.
>
Dios guarde á V. E. muchos años.
Gregorio Castro.•
CARTAS DE
ACHA
>
S eñor don Luis V. Varela, R edactor de «La Tribuna».
«
El relato que trascribió usted en su diario de ayer, de su colega
El Na–
cional
con referencia á la batalla de Manantiales, aunque brevísimo es la ver·
dad de lo ocurrido.
>
Conocedor de los sucesos que precedieron á esa batalla, que presencié en
parte, me considero habilitado p3ra hacer á usted una narracion verídica é im·
parcial de los hechos que inesperadamente han venido á cambiar para la desgra–
ciada República Oriental, una perspectiva de paz
y
de reconciliacion para sus
hijos; en un recrudecimiento de la guerra civil que les devora y en un nuevo
desencanto, por los males sin cuento que van de nuevo
á
suced<!rse.
>
Es una verdad de todo punto incuestionable, que la causa principalísima
de este último derramamiento de sangre, de ese último martirio para la patria
de los orientales, ha sido la conviccion hecha en que marchaba el ejército de
la
revolucion, en el inmediato establecimiento del armisticio para la pacificacion.
>
Nadie debe dudar de esa verdad, desde que, como se ha dicho y es lo