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Antes de la batalla de Manantiales, renacía para la República Oriental la
perspectiva de una paz reparadora, de la conciliacion de sus hijos, del bien
estar de todo un pueblo; -
no importa! Para Batlle, lo primero es Batlle,
y
como no baje del poder, todo es bueno
y
todo se acepta; ruina del país, estra–
gos, matanzas, perpetracion de viejos ódios,
y
todó se sanciona
como santo,
aunque se consiga por medio
de la perfidia que ha precedido á la batalla de
Manantiales.
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E l último derramamiento de sangre que pudo
y
debió evitarse, se celebra
todavia en Montevideo por Batlle
y
por sus hombres con grandes repiques
y
festejos.
¿Tendrá acaso que durar
la carniceria, hasta que
la
abatida nacionalidad
desaparezca?
· • >
Puede ser
!
>
Batlle
y
sus hombres brindan á estas horas por el último triunfo de los
Manantiales, aunque las madres de los orientales que han caido, lloren lágri·
mas de sangre
y
la patria vista de luto para siempre jamás.
Franeisco X .
de
Acha.
•
Buenoos Aires, Julio
2
r de
I
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I •
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I NFAMIA Y TRAICION
¡.~>
El desastre de los Manantiales se presenta á todas las conciencias rodeado
de caracteres siniestros.
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Nosotros tenemos el convencimiento hecho de que se ha cometido una trai·
cion nefanda, un gran crimen,
y
es preciso por lo mismo que discutamos los
hechos para que dé su fallo el tribunal de la opinion pública.
• Si nos fuese posible interrogar la conciencia del Dr. D. Manuel Herrera
y
Obes
y
de
n.
Fernando Torres, Ministros de D. L orenzo Batlle, los llama ·
riamos á juicio para que declararan si es verdad: - que en
la conferencia que
el señor Obispo Vera tuvo con el Presidente Batlle, antes de aceptar el en–
cargo de pasar al ejército revolucionario con los caballeros que debian acompa·
fiarle, no escucharon la declaracion
del jefe del Gobierno de
no iº·11sis#r mas
tm
la condiczon de que los revolucionarios acatasen su autoridad,
condicion
que ocasionó la retirada del General Osario, dando por terminada su mediacion.
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Interrogariamos enseguida á esos mismos .Ministros para que declarasen si
es verdad, que aquella solemne declaracion del Presidente Batlle al señor Obis·
po, era una infame impostura,
y
si les constaba que ni antes de aquella
con·
ferencia ni despues, pensó jamás D. Lorenzo
Batlle en declinar de su condi–
cion de sometimiento para los revolucionarios.
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o
iéndonos posible traer
á
juicio á los Ministros de D. Lorenzo Ba·
tlle,
y
sin fiarnos aunque lo fuera, de su negra conciencia, relataremos lo que
pasó en la conferencia del señor Obispo Vera con el Presidente Batlle, en la
seguridad de que nose nos ha de poder de
1nent~.
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Instndo por muchas personas caracterizadas
el
señor Obispo, para que en -