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han sido pues, la causa principal del desastre de :tlfanantiales, de esa batalla

á

la que ellos han sido obligados, sin pensarlo ni quererlo, mientras que el ejér–

cito del Gobierno, bien sea por su cuenta y riesgo, bien por falaces instmcciones,

contenidas en los

pliegos cerrados

que anunciaba el telégrama de Batlle, lo bus–

caban con mas saña que nunca, aprovechando la atmósfera de paz, y llevando

cien probabilidades contra una de quedar dueños del campo, por la despropor–

cion de las fuerzas.

• Es gran lástima, sin duda, que los jefes de la revolucion hayan olvidado

la máxima política

de-el mejor m odo de hacer la paz es prepararse para

la

guerra,-

licenciando sus mejores divisiones, y no seremos nosotros los que

disculpemos semejantes imprevisiones; pero pongan su mano sobre la concien

cia todos los h ombres de bien, todos los' patriotas honrados y leales y digan

cual es menos perdonable, si el error ó el engaño de los jefes de la revolu–

ciou, conturbados por el espíritu de paz y de concordia, ó el encono

sangüi~

nario de sus enemigos, que con tanta perfidia han. procedido, despues de

sucedidos los hechos que dejamos mencionados del nombramiento de la Co–

mision pacificadora y del cambio de telegramas entre el Obispo Vera y el

Presidente Batlle.

• En este, pues son sus j efes militares, obedeciendo sus

ó burlá ndose de ellas, los únicos responsables ante Dios y

órdenes secretas

la patria de ese

nuevo derramamiento de sangre, que no cerrará, no se epgañen, el abismo de

la guerra civil, porque sin dudarlo, si el ejército de la revolucion no puede

por ahora vencer al Gobierno, el Gobierno no podrá jamás vencer á la revo–

lucion.

" Los grandes males que de nuevo se presentan en perspectiva, la sangre

que aún tendrá que correr, será la obra esclusiva del Gobierno de Batlle y

de sus hombres; y eso sin contar con el cortejo de las complicaciones ínter.

nacionales que puedan venir. P ero todo se habrá preferido por esos hombres

á la paz que estaba ya casi hecha, á la reconciliacion de la familia oriental, y

al bienestar de la R epública por los que la han empobrecido y vilipendiado

sin compasion y sin medida.

" Las fuerzas de la revolucion, bien que hayan sufrido un rudo contraste,

estarán rehechas antes de quince días, y aunque faltos de elementos ya se les

proporcionarán para dominar como han dominado la campaña y burlar todo el

poder de que disponga el Gobierno, que no será dueño sino del terreno que

ocupe su ejército. No se engañen los que crean otra cosa.

• El Gobierno de Batlle tendrá que seguir comprando bayonetas estrangeras

para que sigan matando orientales; tendrá á los mercenarios enganchados en

la proporcion de tres para cada oriental: suspenderá otros ocho meses el pago

de todas las reparticiones, hasta de la misma Universidad, para que no les fa!·

te el pret á los enganchados; pero ese Gobierno, perdido ya en la opinion de

los suyos propios, será como lo ha sido hasta aquí impOtente para vencer la

revolucion.

• Siga la guerra, pues, sigan los males y las desgracias para el país, con tal

de que Batlle no baje de la poltrona.