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Despues de los sucesos de Mansevillagra, los dos ejércitos,

como lo hemos dicho antes, retiráronse para rumbos opuestos.

El revolucionario, luego de cruzar el departamento del Du–

razno, se corrió para la costa del litoral á fin de hacerse de

caballadas, licenciando pocos días antes de la batalla de los

Manantiales algunas divisiones de caballería, ademas de las

que andaban en comision por varios puntos, quedándose uni–

camente como con tres mil hombres, inclusive unos 500 infan–

tes y seis piezas de artillería, con las dos que le habían llegado

en esos días de Buenos Aires. Castro se mantuvo al principio por

el departamento de Minas, poniéndose en persecucion de los

revolucionarios en los primeros dias del mes de Julio, encon–

trándose con ellos el 17 en el mencionado paraje de los Manan–

tiales. El ejército del gobierno se componía de 4000 hombres

proximamente, la mitad de infantería y 8 piezas de cañon, pues

se había aumentado con las fuerzas del Ministro de la Guerra

que había salido á campaña para operar contra el enemigo,

incorporándosele inmediatamente al General Castro .

La batalla de Manantiales que fué desastrosa por el ejército

revolucionario, no debió haberse dado nunca por este si el Ge–

neral Aparicio hubiera sido m-as previsor; ó mas bien dicho, si

no hubiera poseido esa excesiva confianza que fué tan funesta

á la revolucion en Corralito y luego en las sierras de Minas.

En efecto, en primer lugar fué una imprudencia haber li–

cenciado un número respetable de fuerzas sin un·a necesidad

imperiosa (mas de 2000 hombres andaban fuera del ejército),

cuando una batalla era inminente de un momento á otro; en

segundo lugar no debió haber confiado absolutamente en que'

el General Castro se aproximaba á su ejército para estáblecer

un nuevo armisticio, conocido ya y estipulado entre la comi–

sion pacificadora á cuyo frente se encontraba nuestro inolvi–

·dable Obispo Monseñor V era y el Gobierno de Montevideo,

cuyos nuevos trabajos de paz asi como la felonía que exis–

tió -por p a rte del ej é rcito gubernista prometemos demostrar

ampliamente en el capítulo de La Paz y en tercer lugar, que

tampoco debió cree r que el G eneral Castro no . trajese el ata–

que, fundándose en los antecedentes que existían de Man–

sevillagra, situacion ésta completamente distinta á

la de

Manantiales, -

creencia que dió

lugar á que no se retirara

á

tiempo, como asi lo insinuó el Coronel Palomeque, que en

esos dias, como ya lo liemos dicho en otra parte se babia