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tia revoluciooario, las voces se amortiguan, y de cuando en cuando tan solo

el

relincho de los potros turba la calma de la noche....

>

Duermen tendidos sobre los campos sei mil combatientes,

y

duermen con

el sueño de sus ambiciones sombrias, de sus glorias excelsas, de sus espe .

ranzas sublimes ...

>

Dejádlos. .• no perlurbeis su descanso.. . A esa hora solemne las con–

ciencias trabajan, los crímenes y las virtudes, vagando ea las ondas del re–

cuerdo, descubren el camino lóbrego del pasado, pasado triste y tenebroso

como la infancia de los pueblos !

>

El astro de la noche arroja su pálido fulgor sobre aquel foco de grande–

zas y de miserias, y con sus ténues rayos ilumina la frente del voluntario: su

alma entrevée las sublimes irradiaciones del porvenir, y en aquel rayo de luna

descubre al génio de la patria que murmura

á

su oido la trova misteriosa de

la gloria; el corazon se conmueve y late presuroso bajo el prestigio del en–

canto y su pensamiento errante por las regiones inaccesibles del ideal, ascien–

de

á

la cumbre y de alli contempla el hogar que alimentó

á

su primera ·idea,

y que abandonaron en pos de una ilusion ! Alli alienta el alma la juventud,

allí

se ódia

á

Coroliano y se sublima

á

Cincinato. Morosini, Diaz, Golfarini,

Anavitarte y tantos otroi;, ¿ que os hicisteis, corazones jóvenes y fogosos que

ayer no mas brindabais generosos y abnegados vuestra sangre al porvenir?–

¡Ay! pobres niños, huérfanos de un sublime padre, el derecho, buscando á

una sublime madre, la patria,

á

su regazo cariñoso murieron!

>

Y una sombra lúgubre y triste cubriendo las

~oocieocias,

dejó negro el

corazon de esos pocos pero fi eros orientales.

»

Miradlos: duermen sobre la yerba de los campos, serenos y tranquilos con

la calma del valiente, con la sonrisa amarga del que mucho ha sufrido y mu–

cho ha esperado . ... La espada al costado, la lanza en la cabecera, el fusil al

brazo, la mano bajo la cabeza tan llena de fiebre, tan fogosa y delirante! ... •

No hay duda es la raza de Artigas, la raza que sucumbiera heróica en los

valles del Catalan y renaciera soberbia en el Sarandí. Quisiera penetrar el sue·

iio de esas conciencias varoniles y descubrir lo grande ó lo pequeiio de su mi–

sioo. ¡Cuanta oscuridad en esas almas agigantadas entre el humo del combate!

¡Cuanto misterio profundo en la inmensidad de esa sombra! •...

»

D el inmenso centro de esos héroes dormidos resalta una tienda europea

que se eleva en medio de espesas sombras disipadas apenas vagamente por los

resplandores rogizos de un fogoo. Al lado de esa tienda, clavada en tierra una

lanza, deja flotar los pliegues de su bandera

á

las auras de la noche y esa es

la mas terrible lanza de las orientales caballeri..s .. .. Yo h e visto entrar en

combate esa banderola celeste y pura como los cielos de la patria; la he visto

volver roja como el infierno del pasado, destilando sangre ante la vista estra·

viada é iracunda del tremendo lanceador.

>

Todo es tinieblas, sileocio,Jsoledad; seis mil orientales ayer pastores de las

cuchillas, hoy soldados del porvenir, diremos, duermen como aquellos antiguos

galos que descansaban su cabeza sobre el hacha de combate, conservando en

su corazcln el fuego sagrado de la patria y en su alma el esplendor de la gloria.